La vida de Concha Velasco (capítulo 4 y último): Buenafuente la salvó de la muerte
El humorista catalán impidió que la actriz cometiera una locura, deprimida por las indiscreciones de su exmarido, que la había dejado en la más completa ruina

En el último coleccionable sobre la vida de Concha Velasco repasamos uno de los capítulos más duros de la artista.
A menudo Concha Velasco se ha definido como "malquerida", pues los éxitos en el cine y el teatro no los tuvo jamás en el amor. En el 2005, tras 29 años casada con Paco Marsó, la vallisoletana dio el paso más difícil de su vida: separarse del hombre que más había querido, pero que le había dado un matrimonio intempestivo desde el mismo día en el que se dieron el "sí, quiero".
Creía Concha que con esa difícil decisión terminaría su sufrimiento, pero nada más lejos de la realidad, ya que Paco seguiría haciéndole daño.
Concha Velasco mezcló lexatines con alcohol

Con los chistes de Buenafuente se rió tanto que vomitó las pastillas que había tomado.
Llevaban apenas unos meses separados cuando Marsó empezó a pasearse por los platós televisivos para airear los trapos sucios de su matrimonio: confesó abiertamente que le había sido infiel muchas veces a Concha, incluso con prostitutas; que la había arruinado, y que tenía una reconocida adicción por el juego, llegando a perder un millón de pesetas en sólo una noche.
Una vez, cuando la situación de su exmujer no podía ser peor, Paco fue a "Sálvame deluxe". Concha estaba viviendo en un hotel de la M-30 con su perrita porque lo había perdido todo. Sola con su mascota en aquella habitación escuchó cómo el almeriense decía que nunca la había querido y que su relación no fue auténtica.
El dolor por sus palabras hizo que la Velasco tocara fondo: se tragó un montón de pastillas –lexatines, sobre todo—y bebió alcohol porque, según explicaría, quería "quitarse el dolor". Por suerte, cambió de canal y se encontró con Buenafuente, que frustró su intento de suicidio porque, oyendo sus chistes, a Concha le dio tal ataque de risa que le hizo vomitarlo todo.
"Buenafuente me salvó la vida", recuerda ella siempre aliviada. Y, a pesar de su dolor, volvió a levantarse y a resurgir como el ave fénix, dispuesta a empezar desde cero, animada además porque, en el 2008, nació su nieto, Samuel, hijo de Paco, que le dio un chute de fuerza para seguir viviendo.
Adiós al padre de sus hijos

Con Lola Herrera, Carmen Maura y Alicia Hermida, con las que hizo "Las chicas de oro".
De vuelta al trabajo, brilló en la serie "Herederos" donde interpretó a una Carmen Orozco que le valió dos nominaciones a los premios de la Unión de Actores, e hizo la versión española de "Las chicas de oro", mientras Paco sorprendía en el 2009 con una inesperada noticia: tenía una hija fruto de su relación con una mujer cubana llamada Diosi.
Pero, poco tiempo tendría para disfrutarla, porque, cinco meses después de firmar el divorcio con Concha, Paco Marsó falleció el 5 de noviembre del 2010 tras sufrir un derrame cerebral. Con gran dolor la actriz dijo adiós al padre de sus hijos, al gran amor de su vida y al hombre que más la hizo sufrir.
La muerte de Marsó fue un varapalo para la actriz, que se negó a hablar mal de su ex por respeto a sus hijos. La actriz se arrepintió de haberle pedido con insistencia que firmase los papeles del divorcio y decidió dejar en su memoria sólo lo bueno de lo vivido a su lado.
"Paco Marsó es intocable en mi casa y no consiento que nadie, ni yo misma, hable mal de él. Era un hombre que ayudaba a todo el mundo, una buena persona", ha defendido desde ese momento Concha.

Arriba, con sus dos hijos, Paco (izquierda) y Manuel, en el entierro de su exmarido, Paco Marsó, que falleció el 5 de noviembre del 2010 por un derrame cerebral.
Tras la muerte de Paco, cerró las puertas de su corazón
Sin Paco, su vida siguió, pero jamás volvió a enamorarse, ni a meter a un hombre en su cama. Hubo un tiempo en el que dijo que tuvo un pretendiente millonario, pero lo cierto fue que cerró para siempre las puertas de su corazón. El único cariño que iba a recibir a partir de ese momento, además del de sus hijos y su nieto, sería el del público.
Precisamente, mientras triunfaba en los escenarios con "La vida por delante", de Josep Maria Pou (entre abril del 2009 y mediados del 2011) y a la que asistieron más de 270.000 espectadores, Concha volvió a la tele por la puerta grande, cogiendo el testigo de Carmen Sevilla en el mítico "Cine de barrio".
En teatro, volvió a poner al público en pie con su proyecto más personal, "Concha, yo lo que quiero es bailar", que se estrenó en Valladolid en septiembre del 2011. Ese año también fue el de su maravillosa intervención en "Gran Hotel" con su papel de doña Ángela.
En este rodaje, la actriz estaba feliz de reencontrarse con José Sacristán y acabaría confesando, entre risas, que llevaba tantas capas de ropa que le impedían ir al baño, así que decidió rodar sin bragas. Y es que Concha jamás perdió esa preciosa sonrisa con la que tanto nos ha encandilado a lo largo de su carrera.
Concha Velasco, un Goya más que merecido

Recibiendo de manos de su sobrina, Manuela Velasco, el Goya de Honor.
También 2012 fue un gran año para la actriz, que, menos afectada por el duelo de Paco y habiendo rebajado sus deudas con Hacienda, volvía a brillar ante el público. Concha siempre recordará ese año por haber recibido de manos de su sobrina, Manuela Velasco, el Goya de Honor que tanto merecía. Tenía entonces 72 años.
"Me lo han dado por lo pesada que soy. Porque insisto y me postulo. Quería mi premio", dijo Concha, que besó al cabezón varias veces en una gala en la que se marcó un maravilloso número musical, luciendo de nuevo sus fantásticas piernas.
A la artista le quedaba todavía mucha mecha por quemar y no pensaba en jubilarse –aún le quedaban años para saldar su deuda con Hacienda–, así que siguió haciendo tele y teatro. Pero cuando se subió de nuevo al escenario para interpretar "Hécuba", en el 2013, algo empezó a ir mal.
En 2013 comenzaron sus problemas de salud
Esa mujer con salud de hierro que siempre estuvo al pie del cañón –incluso cuando murió su madre–, tuvo que suspender sus bolos en abril de ese año y dejar "Cine de barrio" porque tenía grandes dolores abdominales. En el hospital le dijeron que debía ser algo de vesícula y la mandaron para casa mientras preparaban los papeles para la operación.
Pero la actriz se encontraba cada vez peor y, de vuelta a urgencias, la operaron de una peritonitis. Ocho días después, volvía a pasar por el quirófano por una hernia. Luego vieron que tenía unos ganglios junto al páncreas, pero recibió el alta provisional a la espera de una nueva intervención. Lo que no sabía Concha el día que fue sola al hospital para recoger su citación era que los médicos iban a darle la peor de las noticias.
"Hemos descubierto algo que no nos gusta", le dijo el médico a la actriz, que fue sola a la consulta. Aquella frase hizo que la fortaleza de Concha se esfumara. Desolada, escuchó cómo el doctor le comunicaba que tenía un linfoma y tendría que hacer quimio.
Tras sufrir un ataque de pánico y echarse a llorar desconsoladamente, la actriz volvió a casa y les explicó el diagnóstico a sus hijos. Concha reconoce que jamás se ha perdonado haberse derrumbado de esa forma. "He decidido que lo voy a hacer bien, que lo voy a afrontar bien y con ánimos, porque es una oportunidad, otra oportunidad que me da la vida", decía una vez superado el "shock".
Y la actriz volvió a demostrar su fortaleza, mientras afirmaba, positiva: "Cuando se me caiga el pelo, me pondré un pañuelo en la cabeza y saldré a la calle sonriendo".
Regresó al trabajo con muchos kilos menos
Por suerte y usando de nuevo el trabajo como terapia, la actriz venció su cáncer linfático. Su siguiente proyecto fue un monólogo que hablaba de la vida y la enfermedad, "Olivia y Eugenio", con el que de nuevo el público le brindó su cariño y apoyo, mientras una Concha con 12 kilos menos y 4 centímetros más baja –se encogió tras su enfermedad—recuperaba su felicidad en los escenarios.
La actriz acabaría aquel fatídico 2014 recogiendo el 12 de diciembre, tres días después de cumplir los 75, el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en la categoría teatral.

Concha Velasco, presentando "Cine de barrio".
Completamente recuperada y con fuerzas para seguir, Concha continuó en el 2016 haciendo su querido "Cine de barrio", llenando teatros con "Olivia y Eugenio" y volviendo a televisión con un papel en la serie "Bajo sospecha", de Antena 3, para regresar más tarde a los escenarios con un monólogo sobre los últimos días de Juana la Loca.
La gran Velasco tenía fuerzas para seguir, pero también unas deudas que la obligaban a estar al pie del cañón. En el 2017 dejó que su melena se pasase al blanco y, afortunada por su gran memoria que le seguía ayudando a defender sus papeles, la ficharon para "Las chicas del cable" y su talento saltó a 190 países gracias a Netflix.
Le ha costado mucho saldar sus deudas con Hacienda
Sin ganas de novios y volcada en sus hijos, su nieto y su trabajo, Concha volvió al teatro con "El funeral", escrita por su hijo, Manuel Martínez Velasco. Sin embargo, a sus 79 años todavía le quedaría algún disgusto por vivir, como tener que vender su último piso en propiedad de Madrid para saldar definitivamente sus deudas con Hacienda.
Su última obra, estrenada el 19 de agosto de 2020, ha sido "La habitación de María", también escrita por su hijo Manuel. Estando de gira con esta obra, se decidió a hacer caso a lo que sus hijos llevaban tiempo pidiéndole: que se retirara. Lo anunció, por sorpresa, al finalizar la función del 21 de septiembre en Logroño.
A los 81 años, se retiraba definitivamente.

En los últimos años de su vida, sus hijos se han volcado en cuidarla y estar con ella y Concha ha encontrado una nueva ilusión con el cariño de su único nieto, Samuel.
Velasco va a vivir una tranquila y feliz jubilación
Aquella niña que soñó con ser bailarina y sedujo a las cámaras con su sonrisa y su belleza, la chica yeyé que se metió en el corazón de la España de mediados de los 50 y la gran dama del escenario que durante más de seis décadas nos ha emocionado, ya se ha quitado "las botas" para descansar, aunque no dejará de hacer pequeñas apariciones televisivas.
Sin deudas, sin hombres que la hagan sufrir, con su familia pendiente de ella y con el cariño del público que la aplaude y piropea cuando la ven por las calles de Madrid, la gran Concha ya puede vivir tranquila y feliz su merecida jubilación, sabedora del gran legado artístico y humano que nos ha dejado y que ya la han hecho inmortal en la memoria colectiva de nuestro país.