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Arturo Fernández, galán de cine y teatro

El actor ha fallecido la madrugada del 4 de julio a los 90 años

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Arturo Fernández Rodríguez nació el 21 de febrero de 1930 en Gijón (Asturias). Fue el único hijo de un matrimonio de origen humilde. Su padre era un obrero ferroviario que trabajaba en la estación de Langreo. En 1939, al inicio de la Guerra Civil española, tuvo que abandonar el país y exiliarse a Francia por su militancia en la CNT. Arturo se quedó con su madre, Lola, que se puso a trabajar en un almacén limpiando botellas para sacar adelante la casa. Para conseguir algún dinero más, alquilaban una habitación de la pequeña casita en la que vivían en el barrio de la Puerta de la Vía. De niño, a Arturo Fernández le apodaban Turote. Su madre le educó en el respeto a los demás y en la obsesión por «ir muy limpio» y bien vestido. Estudió en el colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana hasta cumplir los 14 años.

A esa edad se puso a trabajar en unos talleres como aprendiz de electricista y, más tarde, se colocó en un almacén de perfumería. Su madre soñaba con que estudiara comercio y contabilidad para emplearse en un banco u oficina, pero Arturo estaba reñido con los números y la contabilidad. Buen deportista y aficionado al fútbol (llegó a jugar en la Tercera División), probó suerte en el boxeo, con la esperanza de hacer dinero. Pero el ring no era lo suyo y colgó los guantes tras haberse enfrentado a «El Pantera», una auténtica fiera en el ring. A los 19 años, dos años después de que su padre volviera del exilio, decidió que tenía que probar suerte más allá de Asturias.

En octubre de 1949, sacó un billete de tren –sólo de ida– con destino a la capital española. Con 600 pesetas en el bolsillo se instaló en una humilde pensión de estudiantes y empezó a buscarse la vida. Admirador a ultranza de Antonio Machín (reconocía que se emocionaba oyendo cantar al genial cubano), intentó convertirse en cantante de boleros. Su primera actuación en una pequeña sala de fiestas fue también la última. Tenía percha y era guapo, pero carecía de voz, así que se puso a trabajar en una conocida sastrería.

En sus horas libres acudía a las tertulias de los cafés. «Todo lo que sé lo aprendí en las tertulias, porque no tuve tiempo ni quise estudiar. Cuando llegué a Madrid, lo primero que conocí fue el Café Gijón. Había allí unas tertulias impresionantes, de todo tipo. Yo sabía escuchar. Siempre me decían: “Asturiano di tú algo”. Y yo no decía nada», explicaba de aquellos tiempos este hombre que ahora, cuando pilla la palabra, no la suelta.

Siete meses después de haber llegado a Madrid, alguien le dijo que por qué no probaba suerte como figurante de cine. Con su 1,82 metros de altura y su porte, Arturo Fernández no había visto una cámara en su vida, pero le atrajo la paga: 60 pesetas por sesión, toda una fortuna entonces. Empezó a dejarse caer por los rodajes y, con el tiempo y su natural simpatía, conoció a gente. La amistad que trabó con un ayudante de producción de «La Señora de Fátima», película dirigida por Rafael Gil, le supuso su primer papelito con frase. Tenía que aparecer con el actor Mario Berriatua y decir: «¿Pero todavía no has dicho en casa que te has alistado?». En 1951, consiguió un papel más importante en una película que pasó sin pena ni gloria: «La trinca del aire».

En 1956, Julio Coll, director de la Escuela de Cine de Barcelona, se fijó en él y le impuso –frente a otros nombres más comerciales–, como coprotagonista de «Distrito Quinto». Poco después, protagonizó «Un vaso de whisky», filme que, como el anterior, pertenecía al género negro.

Ambas películas supusieron el espaldarazo definitivo para una prolífica carrera cinematográfica en la que ha acumulado más de 75 títulos entre los que destacan filmes como «La casa de la Troya», «Bahía de Palma», «El último verano», «La tonta del bote» (la película revelación de Lina Morgan), «Cómo sois las mujeres», «Jandro», «Las chicas de la Cruz Roja», «Currito de la Cruz», «Tocata y fuga de Lolita», «Truhanes» o «El día que nací yo», con la tonadillera Isabel Pantoja.

El actor, junto a su gran amiga, Lina Morgan

Pero el actor, de clara formación autodidacta se dio cuenta enseguida de que lo que realmente le podía convertir en un auténtico profesional de la interpretación, y no sólo en un fenómeno comercial y por tanto pasajero, era el teatro. Así, sin dejar el cine –que ya le estaba dando dinero y éxito– comenzó a trabajar en el teatro. Para entonces ya había hecho un primer aprendizaje de lo que entonces se llamaba «cámara y ensayo». Tras debutar en los escenarios, en 1954, de la mano de Modesto Higueras, trabajó con dos de los actores más importantes de la época: Rafael Rivelles y Conchita Montes.

Luego, con compañía propia, se presentó en los comienzos del año 60 en el Infanta Isabel de Madrid, donde inició una serie ininterrumpida de éxitos que le situaron como uno de los actores españoles de primera fila. En el año 1961, obtuvo el Premio al Mejor Actor del Sindicato del Espectáculo y, en 1962, los premios de Interpretación, el Nacional y el San Juan Bosco. En 1965, fue galardonado con la Medalla de Oro de Teatro de Valladolid y con el Premio de la Crítica Ciudad de Barcelona. En 1966, junto con Conchita Montes y Adolfo Marsillach, presentó la obra «Mauricio, mon amour», que no fue un éxito pero, representarla en Barcelona, le permitió conocer a María Isabel Sensat, una joven aristócrata catalana con la que contrajo matrimonio en marzo de 1967. Con ella tuvo tres hijos: María Isabel, Arturo y María Dolores (los dos primeros son abogados y la tercera, periodista).

En 1973, año en que falleció su padre, TVE le llamó para que representase en la pequeña pantalla tres de sus éxitos teatrales anteriores: «¿Quién soy yo?», «Yo soy Brandell»  y «Dulce pájaro de la noche». En 1978 –año en que fue designado «Hombre más elegante de España» y sufrió el duro golpe de perder a su amadísima madre–, puso fin a su matrimonio. Dos años más tarde, en 1980, Fernández volvió a encontrar el amor en la abogada Carmen Quesada, a la que siguió unido sentimentalmente desde entonces aunque no se casaron nunca.

Arturo, junto a su pareja, Carmen Quesada

Ese mismo año (1980) interpretó la obra teatral «Homenaje», a la que siguieron «El huevo de Pascua» y «La chica del asiento de atrás». En febrero de 1984, fue galardonado con el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos por su papel en la película «Truhanes», de Miguel Hermoso, junto a Paco Rabal.

Dos años más tarde, presentó en teatro «Pato a la naranja», con la actriz Lydia Bosch, que fue todo un hito teatral y permaneció largo tiempo en cartel. Con la obra «Alta seducción», que estrenó en 1989, fue protagonista y empresario. Junto a la tonadillera Isabel Pantoja, en abril de 1991, inició el rodaje de la película «El día que nací yo», de Pedro Olea, en la que hacía el papel de un catedrático.

Especializado en lo que él llamaba «alta comedia» y con una elegancia de estilo personalísimo, su siguiente trabajo fue «Un hombre de cinco estrellas». En 1993, este hombre de inevitable optimismo y al que le encantaban los perros, grabó los 26 capítulos de la serie «Truhanes», en la que repitió con Paco Rabal. En el verano de 1994, volvió al teatro con «Mejor en octubre», comedia en la que trabajó con Leticia Sabater y Belinda Washington. En 1996, empezó la grabación de la serie televisiva «La casa de los líos», en la que, durante cuatro años y junto a Lola Herrera, Florinda Chico y Míriam Díaz Aroca, entre otros conocidos actores, interpretó al personaje de Arturo Valdés, un señorito elegante y vividor.

En 2001 estrenó la obra teatral «Esmoquin», que repitió en 2002 con «Esmoquin 2». Cuatro años más tarde protagonizó «Desde que amanece apetece» e intervino en la serie de Televisión Española «Como el perro y el gato», en 2007. A partir de entonces, se dedicó exclusivamente al teatro: «La montaña rusa» (2008), «Los hombres no mienten» (2012) y «Enfrentados» (2015-2017». â€‹

El intérprete continúo en activo con «Alta seducción» hasta el pasado mes de abril, cuando sus problemas de salud le obligaron a cancelar su obra de teatro. Falleció la madrugada del 4 de julio en un hospital de Madrid en el que se encontraba ingresado a causa de sus problemas estomacales.