El padre Jorge, un jesuita en tiempos de la dictadura

El Papa siempre celebra el día de su ordenación como sacerdote, el 13 de diciembre de 1969.
Al Papa nunca le ha gustado celebrar su cumpleaños, pero, en cambio, siempre conmemora la fecha en que se ordenó sacerdote, el 13 de diciembre de 1969. Fue, para él, el día más feliz de su vida.
Tras convertirse en cura, Bergoglio, un hombre meticuloso, trabajador e inteligente, hizo enseguida carrera en los jesuitas, cuya delegación en Argentina dirigió durante varios años. Unos años que coincidieron con la sangrienta dictadura de Jorge Videla y Emilio Massera y que dejarían una profundísima y dolorosa huella en él.
Bergoglio era simpatizante del peronismo, incluso había sido consejero espiritual de Guardia de Hierro, la agrupación juvenil de aquel movimiento, y al padre Jorge se le complicaron mucho las cosas en aquel siniestro período de la historia argentina.
Muchos sacerdotes fueron secuestrados, torturados y asesinados. Dos de ellos, Orlando Yorio y Francisco Jalics, pertenecían a la orden jesuita y, tras ser detenidos, desaparecieron el 23 de mayo de 1976. Jorge Bergoglio era su superior y se entrevistó con los dictadores para intentar que los liberaran.
Durante muchos años estuvo en duda si la actuación de Bergoglio con sus pupilos fue la correcta, así como el papel de algunos obispos y sacerdotes argentinos, a los que se consideró cómplices de la dictadura. De hecho, la Iglesia argentina pediría disculpas años después por su actuación durante ese periodo. Bergoglio estuvo en el punto de mira y familiares de los sacerdotes secuestrados le acusaron de estar implicado, tanto por haberles negado su protección como por haber permanecido en silencio.
Años después, la justicia argentina investigó lo sucedido y rechazó las acusaciones, especialmente tras las declaraciones de personalidades que aseguraron que Bergoglio ayudó a los perseguidos. «Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba para abogar por las per sonas secuestradas», explicó Bergoglio años después. «Me moví dentro de mis pocas posibilidades y mi escaso peso», añadió. Los dos curas reaparecieron vi- vos cinco meses después de su secuestro. Un milagro, porque murieron miles.

El comandante Emilio Massera (izquierda) y el general Jorge Videla.