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Carlos y Camilla, su historia. Capítulo 2: cómo comenzó su amor

La vida de Carlos cambió totalmente cuando se enamoró de Camilla, una joven distinta a las demás, que suspiraba por Andrew, un amante de la princesa Ana

Carlos y Camilla jóvenes

Carlos y Camilla de jóvenes.

Redacción

Garantizar la sucesión es uno de los principales deberes de un rey, por eso, desde que son muy jóvenes, a los príncipes se les aprieta con el asunto del matrimonio. A sus 22 años, Carlos ya había pasado por la universidad y había sido investido Príncipe de Gales, así que necesitaba urgentemente una princesa.

En Cambridge, había salido con Lucía Santa Cruz, hija del embajador de Chile en Londres, a la que llegó a llevar a Balmoral, pero su amor no fraguó, eran muy jóvenes, y continuaron siendo buenos amigos. Según Santa Cruz, fue ella quien organizó la fiesta en la que Carlos y Camilla se conocieron, y también quien les dijo: "¿Saben que su bisabuela (la de Camilla), era la amante de su tatarabuelo (el de Carlos)? Ahora deberían juntar sus ADNs", un comentario que siempre se ha dicho que fue el saludo con el que la actual reina se presentó al príncipe en un partido de polo.

Amores no correspondidos

Fuera como fuera, lo cierto es que el hijo de Isabel II se quedó totalmente prendado de aquella joven un año mayor que él, divertida, vivaracha, que no era excesivamente atractiva, pero tenía un magnetismo arrollador; que hablaba con los chicos de tú a tú, sin ñoñerías; y que disfrutaba sanamente de su sexualidad gracias a su maestro en esas lides, Andrew Parker-Bowles, del que estaba perdidamente enamorada.

El oficial de caballería del Regimiento de Dragones, hijo de una prima lejana de la Reina Madre, era el "playboy" de moda, por lo que frecuentaba varias almohadas aristocráticas, incluida la de la princesa Ana, que se divirtió una larga temporada con él, mientras que su hermano Carlos empezaba a picar piedra para enamorar a Camilla, lo que los convertía en un curioso cuarteto de amores cruzados.

Andrew Parker Bowles, en una imagen de 2014.

Andrew Parker Bowles, en una imagen de 2014.

A la hija de los Shand le caía bien el príncipe, pero su corazón era única y exclusivamente de Andrew que, en aquel verano de 1970, se encontraba de instrucción militar en Alemania. En su ausencia, ella se dejaba querer por Carlos, disfrutando de su pasión por el campo, de sus conversaciones y del sentido del humor simplón y algo chabacano que compartían.

Feliz, con las manos en su trasero

En este punto, hay dos versiones de la historia: unos afirman que a la joven le emocionaba haber seducido a un futuro rey, rememorando así la historia de su bisabuela Alice, a quien admiraba por haber sido una influyente amante de Eduardo VII. Pero otros aseveran que Camilla quería convertirse en la única mujer en la vida de Andrew pasando con él por el altar, y pensó que, una buena manera de desmarcarse de sus rivales era demostrándole que tenía otro pretendiente mejor: el hijo de la Reina.

Por su parte, éste, enamorado hasta los tuétanos, vivía en la inopia. Estaba pasando el mejor verano de su vida, porque, según la biógrafa de Camilla, Caroline Graham, "en presencia de ella, estaba relajado, se reía, se divertía, bailaba poniendo las manos en su trasero... Estaba claro que, entre ellos, había una gran complicidad. Ella era la única persona con la que él se podía comportar como un chico normal. Y era evidente que les unía una gran sensualidad. Andrew Parker-Bowles le había enseñado a Camilla todo sobre las artes amatorias y ella le transmitió sus conocimientos al Príncipe".

Carlos y Camilla riéndose.

Carlos y Camilla riéndose.

En Buckingham, prácticamente nadie conocía la existencia de esta relación. Aparte de Carlos y de su hermana, Ana, sólo lord Mountbatten estaba al corriente. El tío abuelo del príncipe, que ejercía de figura paternal para él ya que su relación con el Duque de Edimburgo era distante, acogía los encuentros de la pareja en su casa de Broadlands (Hampshire), donde los jóvenes se alojaban en habitaciones contiguas en las que el servicio "olvidaba" cerrar con llave la puerta que las comunicaba.

También los padres de Camilla sabían del romance y recibían al Príncipe en su casa de campo de Plumpton.

Carlos de Inglaterra windsurf

Carlos haciendo windsurf

Camilla sabía que no podría ser reina ni lo deseaba

Feliz como nunca y totalmente cegado de amor, Carlos no era consciente de que aquella relación no tenía ningún tipo de futuro. El propio lord Mountbatten, que protegía su romance juvenil, le animaba a divertirse, pero le recordaba que su deber era casarse con una joven aristocrática, hermosa, discreta y, por encima de todo, virgen, y le ofrecía la mano de su propia nieta, Amanda Knatchbull. Pero Carlos no escuchaba. Camilla ocupaba todo su pensamiento y sólo soñaba con encontrar la forma para ser feliz con ella.

Por su parte, la joven tenía su mente y sus ilusiones en otro sitio. Se lo pasaba genial con el heredero, pero seguía enamorada de Andrew y ni se planteaba renunciar a su sueño de llevar una tranquila vida campestre con él. Ser princesa de Gales conllevaba un sinfín de compromisos y obligaciones que la disuadían. "¿Por qué diablos voy a vivir en una pecera?", solía decir. Además, aunque se daba cuenta de que estaba cada vez más unida a Carlos y de que congeniaba mucho más con él que con Andrew, también era muy consciente de que no reunía las condiciones para ser su esposa. Su pasado, de sobras conocido entre la alta sociedad, bloqueaba para ella las puertas de Buckingham.

Sufriendo en la distancia

En septiembre de 1971, Carlos se vio obligado a separarse por primera vez de su amada cuando se tuvo que embarcar para completar su formación militar en la Armada británica. A toro pasado, se sospecha que la idea fue de Lord Mountbatten o de alguien de Buckingham alarmado por la obsesión del príncipe por Camilla. Varios biógrafos reales afirman que lloró como un niño cuando se despidieron y que sólo hallaba consuelo en las innumerables cartas que intercambiaban y que la actual reina todavía conserva.

Para mayor desgracia del enamorado, al mes de marcharse, Parker-Bowles regresó de Alemania y Camilla cayó de nuevo en sus brazos más ilusionada que nunca. Su relación con Carlos había provocado una reacción en Andrew, quien se ufanaba de haberle "levantado la novia" al mismísimo Príncipe de Gales, pero no se acababa de animar a dejar su díscola vida para casarse con ella.

Entonces, el heredero decidió adelantarse a su rival y, con más ilusión que certeza, en 1972, durante un fin de semana en casa de Lord Mountbatten, le pidió matrimonio. Camilla lo rechazó.

Carlos de Inglaterra

Carlos de Inglaterra

Camilla logró casarse con Andrew

Roto de dolor, volvió a embarcarse, en esta ocasión, rumbo a las Antillas para pasar allí seis meses y una mañana se le heló el corazón al leer en "The Times" que Camilla y Andrew se habían prometido.

La boda se celebró el 4 de julio de 1973 en la capilla castrense del Birdcage Walk. Camilla llevaba un vestido creado para ella por uno de los modistos de la Reina, Bellville Sassoon, por el que sus acaudalados padres habían pagado unos 2.400 euros, y completaba su atuendo con un velo de tres metros sujeto por un gran broche de brillantes.

Entre los invitados, estaban la Reina Madre –emparentada con la madre del novio– y la princesa Ana, que seguía siendo buena amiga del amante al que rechazó por ser católico –el Acta Real de Matrimonios no permite que los miembros de la Familia Real británica se casen con personas no anglicanas–, pero, sobre todo, no se implicó más con él por su afición a las faldas. Ana fue siempre consciente de que Andrew no abandonaría fácilmente su "hobbie", pero Camilla no lo vio... o no lo quiso ver.

Camilla Parker marido hijos

El militar nunca le fue fiel, pero Camilla se empeñó en casarse con él. Juntos, tuvieron dos hijos, Tom, ahijado de Carlos, y Laura.

Radiante de felicidad, la recién casada disfrutó con su marido de una romántica luna de miel en Cap d’Ail (en la Costa Azul francesa) y, luego, se instaló en Bollehyde Manor, una bonita casa solariega en el condado de Wiltshire. Su sueño parecía haberse hecho realidad, pero lo cierto es que el regimiento de Andrew tenía su base en Londres, así que sólo pasaba con ella los fines de semana. A Camilla parecía no importarle, pues prefería disfrutar de una vida campestre como la de su infancia a tener que alternar con las esposas de otros militares.

Carlos regresó al Reino Unido decidido a olvidar a su gran amor y por ello se le empezó a ver rodeado de otros jóvenes de alta cuna, practicando deportes náuticos, polo o viajando al extranjero. En esos grupos, siempre había, por lo menos una candidata a Princesa de Gales, como Lady Jane Wellesley, Sabrina Guinness y Lady Sarah Spencer, hermana mayor de Diana. Pero Camilla seguía en su mente y en su corazón, así mantenía su amistad y aceptó ser el padrino del primer hijo de los dos que ella tuvo con Andrew, llamado Thomas Henry Charles y nacido en 1974.

En su círculo, todos sabían que el Príncipe y los Parker-Bowles eran inseparables y exempleados de Lord Mountbatten han contado que, cuando los tres visitaban al tío abuelo de Carlos, Camilla se escabullía del lecho conyugal para pasar la noche con él.

Empezaron a ser indiscretos y saltaron todas las alarmas

Otro de los biógrafos de Camilla reina, Christopher Wilson, recuerda que "ella estaba casada y creo que todos se quedaron de piedra al verlos juntos en un baile al que también acudió Andrew. Salieron a la pista y bailaron y bailaron y bailaron hasta que empezaron a besarse allí en medio. Habría unas 250 personas en la sala, muchas eran cercanas al Príncipe de Gales, pero otras muchas, no".

La historia llegó a Buckingham y el palacio aceleró la búsqueda de una novia "como Dios manda" para Carlos antes de que se liara más. Camilla no parecía dispuesta a dejar a Andrew, que le era infiel a diestro y siniestro, pero, si llegaba a hacerlo, todos creían capaz al heredero de renunciar a la Corona por amor como había hecho su tío abuelo, Eduardo VIII, para casarse con la divorciada Wallis Simpson. Los Windsor no se podían permitir otro escándalo de tal calibre y planearon un remedio que, finalmente, fue infinitamente peor que la enfermedad.

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