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El escándalo sexual que "expulsó" a Fergie de Los Windsor

Se cumplen 30 años de la publicación de unas fotos de alto voltaje de la duquesa de York con su asesor financiero, que dinamitaron el matrimonio del tercer hijo de Isabel II

Jaime Peñafiel

En esta sección, Peñafiel analiza cada semana a los personajes más fascinantes del mundo del corazón y cuenta historias y anécdotas, muchas de las cuales vivió en primera persona.

Explosiva, excesiva y rotunda, Sarah Ferguson ha sido la nuera que más quebraderos de cabeza le ha dado a Isabel II por los sonados escándalos que ha protagonizado esta pelirroja plebeya, que entró a formar parte de la familia Windsor tras casarse con el príncipe Andrés de Inglaterra, el hijo predilecto de la reina británica.

Vulgar y desmedida para algunos; simpática y natural para otros, Fergie se convirtió en la mujer de Andy el 23 de julio de 1986 –acaban de cumplirse 36 años–, en una ceremonia celebrada en Londres, a la que yo asistí. De todas las bodas de la Familia Real británica en las que he estado –empezando por la de la princesa Margarita y pasando por la de Ana, Carlos, Eduardo y Guillermo–, ninguna me ha dejado peor recuerdo que la de los duques de York.

"Que vean lo que es bueno"

Su padre, el mayor Ferguson, que fue instructor de polo del príncipe Carlos, actuó aquel día de padrino y, sorprendido al ver la multitud que se agolpaba para ver a la novia, exclamó: "¡Vaya con la niña, cuánta gente para verla!". A lo que ella respondió: "Venga, papá. Que vean lo que es bueno". Y, mientras recorrían el largo pasillo de la abadía de Westminster que la llevaba al altar, no paró de hacer muecas y guiñar el ojo a todos los invitados que iba reconociendo, mientras que a otros les levantaba el pulgar en señal de triunfo. Cuando llegaron ante la reina, su padre le dijo: "Ahora, ¡a ponerse seria!". Pero el humor, a veces bastante escatológico y chabacano, ha sido siempre uno de los rasgos de identidad de Sarah y una de las cosas que más le ha unido a Andy. Así, una vez finalizada la ceremonia, le susurró a su flamante marido: "Querido, he olvidado mi cepillo de dientes". Y ambos soltaron una sonora carcajada.

Cuando, poco después, "los príncipes de la eterna sonrisa", como les llamaban, aparecieron en la balconada del Palacio de Buckingham, se dieron un beso como pocas veces se ha visto en un enlace aristocrático. "Fue un reto. Nos dijeron que no lo hiciéramos, pero estábamos muy enamorados", diría años después esta mujer que, antes de casarse, cuando fue preguntada si iba a ponerse a régimen para perder algún kilo, respondió con el descaro que la caracterizaba: "Tengo lo suficiente por delante, con esta buena delantera que veis, y lo suficiente por detrás para hacer feliz a un hombre. Soy un tipo de mujer como Dios manda".

Les recomendaron que fueran discretos y Fergie y Andrés desafiaron a todos en el balcón de Buckingham, tras su boda, protagonizando uno de los besos más románticos de la aristocracia.

Pero en este cuento de hadas del siglo XX el amor no fue para siempre.

Tras el nacimiento de las dos hijas de la pareja, Beatriz y Eugenia, las largas ausencias de Andrés por su trabajo como marino y sus numerosos devaneos con otras mujeres llevaron al distanciamiento de una pareja que, al principio, eran almas gemelas tanto en lo físico como en lo mental.

Deteriorada la relación, en marzo de 1992, se anunció la separación de la pareja de forma discreta, pero la bomba que explotó pocos meses después arrasó con cualquier posibilidad de reconciliación. La prensa británica publicó unas imágenes en las que se veía a Fergie en topless disfrutando del sol en Saint-Tropez, mientras John Bryan, su asesor financiero y del que se dice que la introdujo en el gusto por la cocaína, le chupaba los dedos del pie, le besaba los pechos, jugaba con ella en la piscina y la morreaba mientras las hijas de la duquesa estaban al lado.

Fergie conoció a John Bryan en Estados Unidos, donde el norteamericano se convirtió en su asesor en asuntos financieros y en el hombre que la volvió a hacer sonreír.

Cuando la reina vio el reportaje estaba en Balmoral (Escocia) con el resto de la familia, Fergie incluida. Dicen que, sin que se le moviera una ceja y con la proverbial flema británica, le dijo: "Quizá te sientas más a gusto volviéndote a casa con tus hijas". Una manera elegante de ponerla de patitas en la calle. Al día siguiente, Sarah y las dos niñas volvieron en avión a Londres.

Tras conocerse aquella aventura, se supo que Fergie había tenido una relación previa con un rico tejano, Steve Wyatt, "una fiera en la cama", según ella.

Divorciados pero juntos

A partir de ese momento, esta mujer que se había convertido en duquesa de la mano de Lady Di, amiga suya de adolescencia porque frecuentaban el mismo círculo social, quedó oficialmente apartada de la Familia Real. El divorcio se oficializó en 1996, pero lo cierto es que Fergie y Andrés nunca han dejado de estar juntos. Viven y veranean en compañía y, sobre todo, se respaldan uno al otro en las constantes polémicas en que se ven envueltos. Que son muchas.