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Harry y Meghan se sinceran sobre sus problemas con sus familias

La pareja ha detallado cómo se enamoraron y cómo la falta de apoyo de la Corona ante los ataques racistas hacia ella los llevaron a marcharse a Estados Unidos

Harry y Meghan en una entrevista de su documental.

Valeria Polo

Si alguien pensaba que, al sentarse en el trono, Carlos III dictaría un armisticio familiar que permitiría a su hijo Harry regresar a casa por Navidad, estaba equivocado. En esta guerra entre la Familia Real y los duques de Sussex, hay demasiado resquemor, agravio y dolor, y ninguna de las dos partes está inclinada ni a pedir disculpas por sus errores ni a perdonar los del contrario.

Como un animal herido, el matrimonio formado por Harry y Meghan ha lanzado un zarpazo a la Corona, estrenando un documental sobre su marcha a Estados Unidos mientras sus cuñados, Guillermo y Kate, visitaban ese país, lo cual ha sido visto por Buckingham como un ofensivo intento de eclipsar al heredero.

Los tabloides han acusado a Harry y a Meghan de eclipsar intencionadamente el viaje de Guillermo y Kate a EEUU con su documental y su premio antirracista.

Además, mientras la prensa británica hablaba más de las posibles acusaciones que podía contener el documental que de la entrega de unos premios medioambientales presidida por Guillermo y su esposa en Boston, los duques de Sussex recibían un premio por su lucha contra el racismo de la monarquía británica. Otro zarpazo.

Una historia de 20 millones

Dos días después, se emitían, por fin, los tres primeros capítulos de los seis del documental de Netflix en el que Harry y Meghan han querido contar su verdad. "En los últimos seis años, han escrito libros sobre nuestra historia personas que no conocemos. ¿No es más lógico escucharla de nosotros?", pregunta la exactriz en este programa por el que su productora, Archewell, habría cobrado unos 20 millones de dólares, y en el que la pareja carga tintas contra los medios que atacaron a Meghan por ser una actriz, estadounidense, divorciada y, sobre todo, mestiza, y contra la familia que no les defendió.

"La nuestra es una gran historia de amor y sólo está empezando"

Juntos y cómplices en un sofá de su mansión californiana en Montecito, los duques narran cómo se enamoraron y, él, a solas, explica cómo tuvo que renunciar a su posición para proteger a su familia de una persecución que temía que pudiera acabar tan dramáticamente como la que sufrió su madre, Diana.

"Estoy muy preocupado por la seguridad de mi familia", lamenta, pero también afima con un brillo en los ojos: "La nuestra es una gran historia de amor. Y lo más bonito es que sólo está empezando. Ella sacrificó todo lo que conocía, la libertad que tenía, para unirse a mi mundo. Y luego, poco después, yo acabé sacrificando todo lo que tenía para unirme al suyo".

Archie, su hijo mayor, con la foto de su abuela Diana.

Por su parte Meghan explica que, cuando se conocieron, en julio del 2016, ella llevaba un tiempo sin pareja y estaba decidida a mantenerse así. Se fue de vacaciones con sus amigas y una de ellas, conocida de Harry, publicó en su cuenta de Snapchat una imagen de la actriz con un filtro de perrito.

El príncipe se interesó por la divertida joven que, al enterarse por su amiga, reconoció que apenas sabía quién era él. En lugar de buscar información en Google, se metió en la cuenta de Instagram del duque.

"Fue el mejor modo de saber, no lo que decían de él, sino lo que él quería mostrar -explica Meghan–. Había fotos de animales preciosas, un montón de fotos de medio ambiente y de su paso por África". Gracias a su amiga, como, Meghan estaba en Londres, quedaron solos a tomar algo.

Descubrieron que tenían muchos intereses en común, como, por ejemplo, dar visibilidad a graves problemáticas del mundo, y conectaron tanto que, esa misma noche, ella lo llamó para cenar en el mismo sitio al día siguiente. No podía perder el tiempo pues debía volver a Estados Unidos.

La primera imagen que Harry vio de Meghan en su vida.

"Sabía que la única forma de que aquello funcionara era manteniéndolo en secreto"

La segunda cita fue aún mejor y comenzaron una relación a distancia que se fue haciendo cada vez más intensa. "Todas mis parejas, al cabo de un tiempo, me decían que no podían soportar la presión y me dejaban –recuerda Harry–. Así que, cuando conocí a Meghan, me aterró que los medios la espantasen. Sabía que la única forma de que aquello funcionara era manteniéndolo en secreto el máximo tiempo posible".

Para ella, "fue un pequeño tesoro muy bien guardado. Todo eran mensajes y videollamadas, hablábamos durante horas y era emocionante, relajado y fácil".

En esta foto, un momento lleno de romanticismo de la joven pareja.

Apenas se habían visto en persona dos veces y, ese verano del 2016, él la invitó a pasar cinco días en una tienda de campaña en Botsuana. No era un plan fácil para dos personas que casi no se conocen, pero se arriesgaron y vivieron un auténtico idilio.

Después de eso, cada dos semanas, ella volaba a Londres para verle, pero, en octubre, la noticia saltó y ahí empezó un acoso de paparazi, que horrorizó a Harry. "Ver a otra mujer de mi vida a quien amo pasar por la carnicería del acoso es muy duro. Es el cazador contra la presa", reconoce el duque, que, al repasar su infancia, afirma no recordar ni un momento fuera de palacio sin cámaras alrededor.

"Mis hijos son mestizos y estoy muy orgulloso de ello"

Meghan estaba a punto de experimentar lo mismo: su calle en Toronto se llenó de fotógrafos a todas horas e, incluso, unos vecinos suyos aceptaron un buen dinero a cambio de instalar una cámara enfocando a su jardín. También se empezaron a publicar todo tipo de detalles de su vida, reales o inventados, como que procedía de un barrio marginal de mayoría negra. Era un primer ataque racista en un momento delicado en el Reino Unido, justo antes del Brexit, cuando muchas voces culpaban de todos los males del país a la inmigración.

Harry pidió ayuda a su familia para proteger a su novia, pero recibió la callada por respuesta y, según cuenta, "ocho días después de hacerse pública la relación, emití un comunicado denunciando el tinte racista de algunos titulares y artículos". Él mismo reconoce que, en su adolescencia, como cuando se disfrazó de nazi, no había sido sensible ante la diversidad, pero que el tiempo que pasó en África y su amor por Meghan lo cambiaron totalmente. "Mis hijos son mestizos y estoy muy orgulloso de ello", asevera.

En su primera Navidad con los Windsor.

Algo normal que les sucedía a todas las novias

La actriz, que también repasa su infancia, de hija de padres separados, "empollona" y activista, reconoce que no era consciente de lo que se le venía encima, porque sabía muy poco sobre la monarquía. Se tomaba la persecución con el mejor humor posible porque, en Buckingham, todos les decían que eso les había sucedido a todas las novias de los Windsor y que se acabaría algún día.

Harry intentaba hacerles ver que, en su caso, la presión era mayor porque entraba en juego el tema racial, pero su familia hizo caso omiso a sus gritos de auxilio. Y mientras, Meghan aprendía a marchas forzadas "el oficio de princesa".

Lo primero que le sorprendió fue que todos le hicieran reverencias a la reina, incluso en privado, y que sus cuñados, Guillermo y Kate, mantuvieron la formalidad de puertas para adentro incluso cuando se conocieron en la casita de Harry y ella los recibió con vaqueros rotos y descalza.

Meghan representando la exagerada reverencia que le hizo a la reina la primera vez.

Los tabloides buscaron los trapos sucios de Meghan

En octubre del 2017 llegó la romántica proposición de boda y el 27 de noviembre, se anunció su compromiso. Los ataques racistas no cesaban, pero Meghan se fue ganando el cariño del pueblo con su simpatía y su deseo de hacerlo bien. "No quería avergonzarles –afirma–. Nadie te enseña a sentarte, a hacer reverencias... y tuve que aprender un montón, incluido el himno nacional. Lo busqué en Google, ja, ja, ja".

Mientras en Buckingham se ponían en marcha los preparativos para la boda, los tabloides buscaron trapos sucios en la parte negra de la familia de Meghan, pero los hallaron en la blanca y dieron voz a Samantha, una hermana paterna con la que ella no tenía relación.

Lo peor fue descubrir que su propio padre había cobrado por un montaje y, al final, no la acompañaría al altar. "Me enteré de que no venía a mi boda por un tabloide", dice visiblemente dolida. "Yo cargo parte de la culpa, porque si Meghan no estuviera conmigo, su padre seguiría siendo su padre", se lamenta Harry al final del tercer capítulo dejándonos con ganas de que pasen rápido los días que faltan para la emisión de los tres restantes.