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Jaime Peñafiel repasa las caídas reales más aparatosas

La reciente caída de Harald de Noruega durante su visita a Dinamarca no es el único descalabro real del que he sido testigo. He visto hasta a una dama cayéndose ante el emérito mientras le hacía una reverencia demasiado intensa

Harald de Noruega caída.

Harald de Noruega realizó un aterrizaje forzoso.

Jaime Peñafiel
En esta sección, Peñafiel analiza cada semana a los personajes más fascinantes del mundo del corazón y cuenta historias y anécdotas, muchas de las cuales vivió en primera persona

En esta sección, Peñafiel analiza cada semana a los personajes más fascinantes del mundo del corazón y cuenta historias y anécdotas, muchas de las cuales vivió en primera persona.

Hace unos días, el rey Harald de Noruega, en visita oficial a Dinamarca, no pudo entrar con peor pie en el país nórdico, al que llegó a bordo del yate real 'Norge'. Cuando se disponía a saludar a su anfitriona, la reina Margarita, dio de bruces al llegar al último de los escalones de un pequeño tramo que tuvo que subir con ayuda –o más bien todo lo contrario– de sus muletas.

El rey noruego, de 86 años, quedó a cuatro patas ante la soberana danesa mientras un miembro de la tripulación trataba de levantarlo agarrándolo por la cintura y otro le cogía del brazo. Al final, todos acabaron sonriendo.

Esta imagen del rey nórdico, a los pies de su colega femenina, me ha recordado la caída de la reina Sofía, en la escalinata de la Casa Blanca, en el 2001, durante una visita oficial de los reyes a EEUU. Poco pudieron hacer Juan Carlos y el entonces presidente Bill Clinton, que intentaron en vano frenar el descalabro.

En otra ocasión, en cambio, el emérito sí evitó la caída de su esposa. Fue durante los actos del Día de las Fuerzas Armadas del 2010 y el entonces monarca, vestido con el uniforme de gala del Ejército de Tierra, agarró en una rápida reacción, a Sofía antes de que el tropezón deviniese trompazo.

El rey emérito Juan Carlos I evitando una caída de la reina Sofía.

El emérito evitando una caída de su esposa.

Del traspiés de la infanta Sofía al de Federico de Dinamarca

Sin salir de la Familia Real española, no puedo dejar de recordar la caída de la infanta Sofía en su primer día de clase, en septiembre del 2010. Acompañada por sus padres, los entonces Príncipes de Asturias, la pequeña, de 3 años, se cayó al suelo mientras su hermana mayor, Leonor, pícara e inocente a la vez, sonreía ante los periodistas congregados a las puertas del colegio.

La infanta Sofía acompañada de sus padres y su hermana se cayó en su primer día de cole

Sofía por los suelos en su primer día de cole.

Máxima de Holanda, siendo todavía prometida oficial de Guillermo, en abril del 2001, fue inmortalizada en plena caída, al dar un traspiés cuando salía de un edificio en Buenos Aires. Años después, siendo ya reina, en el 2016, sufrió otra caída, en la residencia real, que le causó una conmoción cerebral que le obligó a cancelar su agenda.

Maxima de Holanda caída en Buenos Aires.

Máxima Zorreguieta, cuando era prometida del Guillermo, resbaló por unas escaleras en Buenos Aires.

Federico de Dinamarca también pasó ciertos apuros en el 2009, cuando acudió a un acto deportivo de los Social Inclusion Games, organización de la que es presidente de honor. Aunque iba con muletas, ya que había sufrido una fractura de peroné, el príncipe no quiso perdérselo y, nada más bajar del coche, se hizo tal lío con las muletas que a punto estuvo desplomarse. Afortunadamente consiguió equilibrarse antes de que la cosa fuese a más.

Federico de Dinamarca se hizo un lío con las muletas y casi se cae.

Federico de Dinamarca se hizo un lío con las muletas que usaba tras una operación de peroné y casi perdió el equilibrio.

La caída de una ilustre dama

Como periodista, he sido testigo no sólo de caídas reales, sino también de la de alguna cortesana. Recuerdo el caso de una ilustre dama que, en el besamanos previo a una cena de gala en el Palacio Real, se desplomó durante el "plongeon" o reverencia ante Juan Carlos y Sofía, entonces todavía Reyes.

Antes de seguir déjenme puntualizar que, entonces, la reverencia de un ser humano ante otro era una norma habitual y de decadente etiqueta cortesana, o incluso de humillante servidumbre, más que de respeto. Afortunadamente, salvo alguna excepción, ha desaparecido del protocolo en España.

Siguiendo la norma de etiqueta, la mujer lució un vestido largo, hasta la punta del zapato. Según me contaron, estuvo ensayando en su casa hasta decir basta la reverencia que iba a realizar ante los reyes. Pero lo que la dama no pensó fue que el nerviosismo le jugaría una mala pasada, de manera que exageró tanto su "plongeon", que acabó perdiendo el equilibrio y dando con su cuerpo en el santo suelo. Ella pensó que más que los nervios fue el larguísimo vestido que eligió el causante de su caída, ya que se le enredó entre las piernas cuando se encontraba arrodillada ante el Rey, que no pudo impedir el desplome de tan fiel súbdita.

Se caigan reyes, reinas, príncipes o súbditos de a pie, es obligado reseñar que tropezones y caídas son un percance embarazoso en el que el afectado o afectada piensan "tierra trágame", poniendo, eso sí, buena cara al mal momento.

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