Carmen Sevilla ha sido una de las estrellas más queridas del cine español.
Carmen Sevilla no recuerda nada o muy poco de lo que te vamos a contar en este artículo. Y es que, desde que le diagnosticaron Alzheimer en 2010, la sevillana ha ido olvidando prácticamente todo. De hecho, a penas reconoce a nadie, ni tan siquiera a sus hijos o a sus nietos.
Repasamos los amores de Carmen Sevilla, los grandes, los pequeños, los que acabaron bien, los que acabaron mal y los que ni siquiera empezaron. Y es que la sevillana era capaz de encandilar tanto a José Luis López Vázquez como a Frank Sinatra.
Carlos Arruza, el torero que le propuso matrimonio
A comienzos de los años 50, el famoso matador de toros mexicano Carlos Arruza cayó rendido a los encantos de la actriz. Tan profundo fue el flechazo que le pidió matrimonio. Sin embargo, el mejicano le puso una condición para convertirse en su esposa: debía dejar su carrera de actriz. A lo que Carmen se negó en rotundo.
Carmen Sevilla fue conocida como “La novia de España”.
En aquella época, la actriz viajaba con carabina, su madre doña Flora, quien trataba de evitar a toda costa que los hombres sin escrúpulos y malas intenciones se acercaran a su niña Carmen.
En aquel entonces, el actor Luis Mariano, con quien compartió el reparto de ‘Violetas imperiales’ (1952) también pidió matrimonio a Carmen, quien de nuevo rechazó la proposición.
Yuste, el novio que le esperaba en España
En el verano de 1959, Carmen viajó a Cuba para trabajar y dejó en España un pretendiente que le escribía románticas cartas de amor cada día. De él solo ha trascendido que era estudiante de ingeniería y que su apellido era Yuste. Sin embargo, el destino quiso que ninguna de las misivas llegaran a su destinataria. Y es que en el hotel donde se hospedaba la actriz solo la conocían por su nombre artístico, y su enamorado las escribía a la atención de Carmen García Galisteo. De modo que nunca llegaron a las manos adecuadas.
Hollywood se enamoró de “Sevilla”
Cuando Carmen cruzó el charco para trabajar, no solo conquistó al público americano, también sedujo a las grandes estrellas del cine. Se cuenta que, en cierta ocasión, Carmen coincidió en un vuelo con la actriz norteamericana Ava Gardner, exmujer de Frank Sinatra del que todavía seguía enamorada. Por lo visto, Gardner no pudo evitar escuchar cómo Carmen comentaba que el actor y cantante le había “tirado los tejos” en más de una ocasión en Madrid.
Carmen nunca se dejó impresionar y jamás cedió ante las pretensiones de Frank Sinatra o Charlton Heston. Con este protagonizó una anécdota que se hizo muy famosa. Se cuenta que mientras la pareja rodaba una escena de la película Marco Antonio y Cleopatra (1973), mordió el labio inferior a Carmen. La respuesta fue firme y contundente. Heston recibió un gran bofetón con el que la sevillana quiso dejar muy claro que con ella no se iba a sobrepasar nadie por muy famoso que fuera.
Millonarios, empresarios, músicos…
Antes de pasar por la vicaría, Carmen fue pretendida por una larga lista de hombres, todos ellos ricos e influyentes. Entre ellos, un millonario panameño llamado Carlos Eleta, propietario de una cadena de radio y televisión, varios periódicos y una marca de cigarrillos. Nada de eso fue suficiente para doblegar a la actriz quien le rechazó sin contemplaciones.
Al panameño le siguió un empresario de teatro de Buenos Aires, Pancho Lococo, que se moría por los huesos de la sevillana. El problema es que el sentimiento no era recíproco ni de lejos.
La belleza de Carmen Sevilla encandiló a medio mundo.
Entre unos y otros, su madre no paraba de advertirle sobre los peligros que había detrás de tantas zalamerías.
Más adelante apareció en escena Lucho del Villar, un chileno con mucho dinero y… casado. El empresario se gastó medio millón de dólares en los trámites del divorcio y cuando le dijo a Carmen que ya era un hombre libre, esta le contestó que “no podía casarse con un hombre que ya había estado casado con otra mujer”.
Por si la lista de pretendientes ricos y famosos no era lo suficientemente larga, desde Méjico dos estrellas más se añadieron al “club”. Se trata del actor Mario Moreno “Cantinflas” y el cantante Lucho Gatica. Ninguno de los dos convenció a Carmen.
La boda con Augusto Algueró
El 23 de febrero de 1961 Augusto Algueró y Carmen Sevilla contrajeron matrimonio en la Basílica del Pilar en Zaragoza. Carmen lució un vestido del diseñador Pertegaz y recibió un telegrama del Papa Juan XXIII felicitando a los novios por su enlace y felicidad.
Carmen Sevilla y Augusto Algueró se casaron en 1961.
La actriz estaba segura de haber encontrado en el compositor al hombre con el que compartiría su vida. Sin embargo, las infidelidades de Algueró se contaban por decenas y al cabo de diez años, en 1974, Carmen puso punto final a la relación. Entre las amantes de Algueró estaban Barbara Rey y Mariví Dominguín, prima del torero Luis Dominguín. “Lo he aguantado todo en mi vida de casada, pero no le voy a perdonar una cosa, y es que me siga dejando en ridículo cuando se pasea por la Gran Vía con la querida de turno”, aseguró en cierta ocasión al periodista Manuel Román.
Vicente Patuel, su último amor
Un año después de su ruptura con el compositor, Carmen comenzó a convivir con el empresario Vicente Patuel con quien no pudo casarse hasta 1985, ya que el divorcio no fue legal en España hasta 1981.
Carmen y Vicente dejaron el mundo de la televisión, la música y el cine y se marcharon a vivir al campo, a Herrera del Duque (Badajoz) para dedicarse a la crianza de ovejas.
Carmen y Vicente se fueron a vivir al campo a criar ovejas.
Quince años después, Carmen enviudó, el 24 de abril de 2000. Poco después, Carmen, cansada de la vida que llevaba en la finca, volvió a la televisión con el programa Cine de Barrio, donde permaneció de 2004 a 2010, debido a las dificultades que tenía la sevillana para conducir el programa.
Carmen Sevilla ha tenido dos grandes amores, Augusto Algueró y Vicente Patuel.
Los hombres que se enamoraron de Carmen Sevilla a lo largo de su vida nos hablan de una mujer cuyos encantos eran irresistibles. Su simpatía y belleza no dejaron indiferente a nadie.