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Grace Kelly, 40 años sin ella: Jaime Peñafiel recuerda su triste final

Se cumplen 40 años de la trágica muerte de la princesa de Mónaco

Grace Kelly falleció con solamente 52 años.

Jaime Peñafiel.

Cuando uno ha visto casar a tantas hermosas princesas y reinas, siempre creyó que, si Dios le daba larga vida, un día las vería casando a sus hijas y posteriormente convertidas en abuelas. Tal hubiera sido el caso de Grace Kelly, de cuya boda, el 19 de abril de 1956, con el príncipe Rainiero fui testigo.

Nadie pensó que no pudiera siquiera envejecer. Aunque debo remarcar lo bella y hermosa que estaba incluso en el féretro. Y es que Grace, hasta en su muerte, el 14 de septiembre de 1982, hace ya 40 años, conservó su famosa y serena belleza.

Así quedó el coche de la actriz tras el fatídico acciden

La princesa, que no fue embalsamada, aparecía amortajada con una túnica blanca. Sobre la cabeza, un velo también blanco dejaba ver los rubios cabellos sencillamente peinados, con un flequillo que cubría los hematomas de la parte superior de la frente, provocados por el siniestro que acabó con su vida.

Rainiero, apoyado por sus hijos, en el triste funeral

Durante los tres días que el cadáver estuvo expuesto, destacadas celebridades, entre ellas la reina Sofía o Diana de Gales, acudieron personalmente a testimoniar el pésame y el dolor al príncipe Rainiero.

Dramática e inolvidable la imagen de un Rainiero roto de dolor caminando tras el féretro cubierto con la bandera monegasca, de la mano de su enlutada hija Carolina y su apesadumbrado heredero, el príncipe Alberto, que le sostenía por el brazo izquierdo.

Y mientras esto sucedía en las calles de Montecarlo, Estefanía permanecía en el hospital recuperándose de las heridas producidas en el fatídico accidente que le costó la vida a su madre, la más bella y elegante soberana que ha tenido monarquía europea alguna jamás.

Se dijo que estaban discutiendo, sobre la decisión de irse de casa de la joven, cuando el coche se salió de la carretera en una pronunciada curva y se despeñó por un barranco. Dios, al llamarla, le impidió contemplar los escándalos que envolverían poco después a su familia.

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