Lucía Bultó, nutricionista: "A la consulta, me llegan niños con analíticas propias de personas de 50-60 años"
La nutricionista Lucía Bultó advierte del alarmante estado de salud de muchos niños y da las claves para mejorar su dieta.

Lucía Bultó.
Conseguir que nuestros hijos coman de forma más equilibrada pasa por hacer una buena lista de la compra y predicar con el ejemplo. Llenar la nevera y la despensa de alimentos de todos los grupos (hortalizas, frutas, pescado, legumbres, etc.), saber escoger los productos procesados de mejor calidad –¡los hay!– y limitar fritos y dulces son algunas de las medidas que aconseja Lucía Bultó.
Nuestros hijos no deberían opinar sobre qué comer

Los pequeños que sufren sobrepeso entre los seis meses y los 7 años tienen un 40% de posibilidades de ser adultos obesos.
Los kilos de más abren la puerta a que los niños desarrollen trastornos de salud, como hipertensión o diabetes, a una edad cada vez más temprana y, si no se actúa a tiempo, su salud futura se verá comprometida.
PRONTO: El 40% de las calorías de la dieta de los niños españoles proviene de ultraprocesados. ¿Qué hacemos mal?
LUCÍA BULTÓ: Los niños cada vez mandan más en casa, también en temas de nutrición: ellos deciden lo que quieren en el plato. Los padres, a pesar de que cada día están más preocupados por su salud tienen una mala educación alimentaria de base.

P.: ¿Falta información?
L. B.: Hay mucha información, tanta que, a veces, en vez de informar, desinforma. Me encuentro con padres que creen que si su hijo no cena aguacate, no lo están haciendo bien. Y a todo esto se une la falta de tiempo. Cuando llegan a casa no quieren más luchas con sus hijos/as.
P.: ¿Crees que los padres tienen que tomar el mando?
L. B.: Sí. El niño no tiene que opinar sobre qué comer ni cuándo. Sí puede decidir, en cambio, cuánto come porque sabe detectar muy bien su nivel de saciedad. Hay padres que se preocupan porque su hijo de 3 años no se acaba un yogur de 125 g, una ración pensada para un adulto. Otros se obsesionan con el tipo de pan o el relleno del bocadillo. Para mí lo más importante no es eso, sino el tamaño. Cuando veo que el bocadillo del padre, de la madre y del niño son iguales, les digo: ¿es que acaso usáis el mismo número de zapato?
La mayoría de niños con sobrepeso tienen malos hábitos

P.: ¿Qué problemas causa el exceso de precocinados y ultraprocesados?
L. B.: Si el 40% de las calorías de la dieta proviene de ultraprocesados, eso se convierte en kilos de más y en problemas de salud, como hipertensión, colesterol y diabetes. A la consulta, me llegan niños con analíticas que antes sólo veíamos en personas de 50 y 60 años. Es terrible porque ¿qué pasará cuando cumplan 40 o 50 años?
P.: ¿Es la obesidad la madre de todas las batallas?
L. B.: Así es. Tratando el exceso de peso casi siempre se solucionan esos otros trastornos. La mayoría de veces no hay un problema genético. Lo que suele suceder es que esos niños están en entornos obesogénicos, donde se comen cantidades gigantes de comida y la actividad física es baja. "En casa del obeso, hasta el perro suele ser obeso", que se dice.
Así se pueden mejorar las dietas en casa

P: ¿Cómo mejorar la dieta en casa?
L. B.: Lo ideal sería no superar lo 3-4 fritos a la semana (patatas fritas, carne empanada, croquetas, "fingers" de pollo, etc.). Si subimos esa cantidad, dejamos de tomar otras propuestas necesarias: ensaladas, alimentos al vapor, hervidos, plancha, papillote, wok, etc. Dos de esos 3-4 fritos semanales podrían ser ultraprocesados, siempre y cuando sean de la mejor calidad. ¿Cómo saberlo? Siendo conscientes de que nadie da duros a cuatro pesetas. No hace falta mirar con lupa 18.000 numeritos, pero sí hay que ver cuáles son los primeros alimentos de la lista de ingredientes, comparar etiquetas para comprobar los porcentajes de proteínas, grasas, azúcar, fibra, etc.
P.: Si nuestro hijo/a sufre sobrepeso, ¿deben limitarse más esas raciones?
L. B.: El máximo en ese caso sería un frito, ultraprocesado o no, a la semana. La mayoría de niños con sobrepeso tienen costumbres alimentarias equivocadas, pero hay que intentar ser lo menos discriminatorios posible. No podemos hacer que el niño coma patata hervida y el resto, patatas fritas. Yo no quiero niños a dieta porque pueden entrar en temas de depresión, pero hay que enseñarles a comer bien y lograr que toda la familia coma más o menos lo mismo. Si en casa se toma poco pescado, verdura o fruta, será difícil que él lo haga.

P.: ¿Inspirarse en los menús de la escuela es buena idea?
L. B.: Son una buena pauta. De hecho, está demostrado que los niños que comen en el colegio tienen menos problemas de peso. En el colegio, se bebe agua, no refrescos ni zumos; si alguien se queda con hambre, repite del primer plato no del segundo; cuando hay legumbres, se suele ofrecer huevo o pescado de segundo, no carne; se come fruta de postre cuatro veces por semana y sólo una se ofrece un lácteo, que en el 99% de los casos es un yogur...
P.: La gran guerra de muchos padres es cómo reducir la toma de dulces y bebidas con azúcar. ¿Qué aconsejas?
L. B.: Podemos comer de todo, pero con criterio y teniendo en cuenta el nivel de actividad de cada uno. El veneno está en la dosis. ¿Podemos comer una berlina o un cruasán? Sí, pero como un extra porque, a diferencia del pan, contiene ingredientes que no se pueden tomar cada día. Lo excepcional –las natillas de chocolate, la bollería, el refresco, etc.– está ocupando el sitio de los alimentos que deberían ser los habituales. Por eso, se normaliza lo hipercalórico o lo hiperazucarado.
P.: ¿Y si el niño/a se resiste?
L. B.: Hay que explicarle lo que el cuerpo necesita para que entienda por qué hacemos las cosas. Si los padres dan ejemplo, todo es más fácil. En vez de incluir un zumo o un batido en la merienda, por qué no le damos agua o un tetrabrick de leche? Si el niño está por encima de su peso, hay que actuar rápido. Al igual que no dejamos en manos del niño su aprendizaje en matemáticas, no podemos dejar que coma lo que él quiera. Es nuestra responsabilidad, no la suya. Si no sabemos cómo hacerlo, hay que pedir ayuda.
Saltarse el desayuno baja el nivel de atención

P.: ¿Hasta qué punto la dieta afecta al rendimiento escolar?
L. B.: El cerebro es tremendamente exigente con su alimentación. Un deportista que físicamente no está bien, por muy habilidoso que sea, no va a llegar a ningún lado. Somos un círculo cerrado: la salud mental va unida a la salud física. Por ejemplo, los malos ultraprocesados, con una alta cantidad de sal, pueden deshidratar y, en el peor de los casos, producir una hipertensión que a su vez provoque falta de concentración. ¿Resultado? No rendimos.
P.: De hecho, los niños que no desayunan en casa sacan peores notas.
L. B.: Tienen una falta de atención brutal. Las asignaturas fuertes se ponen por la mañana porque es cuando el cerebro está más receptivo, pero si el niño va a medio gas... Sin duda, el fracaso escolar está más unido a un niño que está mal alimentado que a un niño que está bien alimentado.
Ideas de meriendas y desayunos sanos

Los desayunos y las meriendas son las comidas donde menos atención se presta y más se normaliza el consumo de bollería industrial de baja calidad y bebidas azucaradas. ¡Toca revisarlos!
DESAYUNO
Como nada más levantarse algunos niños no tienen hambre ni tiempo, prepara un desayuno en dos tiempos. En casa, deberíamos ofrecerles tres cosas: lácteos, farináceos y fruta. Por ejemplo: un bol de leche con copos de avena y una manzana o un yogur con bizcocho y fresas. El almuerzo del cole puede completarse con fruta (si no la ha tomado antes) y proteínas, preparándole un bocadillo de pan (integral, preferiblemente) con jamón, lomo embuchado, pavo, atún con tomate, tortilla, queso con membrillo...
MERIENDA
Ofrécele algo similar al desayuno, pero en versión reducida para que sea más ligero. Si el niño/a tiene más de 3 años, éste es el mejor momento para introducir un puñadito de frutos secos.