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Fatiga crónica: ¿cómo afrontar el día a día?

El cansancio que provoca el síndrome de fatiga crónica puede obligar a reducir las actividades diarias en más del 50%. El ejercicio suave y la alimentación pueden aliviar algunos síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes, en su mayoría mujeres

¿Conocías el síndrome de fatiga crónica? Te explicamos las claves para afrontar el día a día.

G.G

Sección coordinada por la doctora María José Peiró, especialista en Medicina Familiar, con más de 10 años de experiencia tanto en el ámbito público como privado. Máster en nutrición y dietética.

Es una enfermedad compleja que se caracteriza por la fatiga física y mental intensa, debilitante y grave, que persiste más de seis meses y sin causa aparente. En un 90-95% de los casos afecta a mujeres, que no pueden seguir con su día a día, lo que puede llevar a la incapacidad laboral absoluta y también al aislamiento social y a la soledad. El hecho de que la enfermedad no muestre signos externos se lo pone más difícil a los afectados, ya que otras personas no entienden el motivo de ese cansancio extremo.

Además, la fatiga no disminuye con el reposo, aunque los síntomas varían mucho de una persona a otra. En la actualidad, es una enfermedad crónica en más del 75% de los casos y el número de afectados podría haber aumentado debido al COVID-19, ya que los expertos consideran que es una de los posibles secuelas de esta enfermedad. 

¿Qué puedes hacer ante cada síntoma? 

La complejidad de la sintomatología y el hecho de que no exista un tratamiento farmacológico hacen más difícil convivir con la enfermedad, que se debe abordar de manera multidisciplinar (especialistas de Medicina interna, Reumatología, Fisioterapia, psiquiatras, unidades del sueño, etc.) e individualizada. 

Higiene del sueño. Son habituales las apneas, dificultades para conciliar el sueño y problemas para dormir. Hay que intentar seguir unos horarios a la hora de irse a la cama y levantarse. 

Actividades diarias. Dependerá del grado de dolor, pero se deben incrementar de manera progresiva las actividades diarias y evitar el reposo absoluto. Sin embargo, hay que ser muy consciente de que en los momentos en que la sintomatología mejore no se pueden hacer sobreesfuerzos, ya que eso puede provocar una "crisis", lo que se conoce como malestar postesfuerzo (PEM) y el paciente puede tardar días o semanas en recuperarse. 

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Ejercicio moderado. Las tablas de ejercicios ayudan a fortalecer los diferentes grupos musculares y a aumentar la flexibilidad, lo que disminuye el dolor y la fatiga, y mejora la calidad de vida a pesar de lo que se creía hasta hace poco. Eso sí, debe iniciarse progresivamente, diseñarse de forma individualizada y estar supervisado, al menos inicialmente, por un fisioterapeuta. 

Mente sana. El "ejercicio" mental también debe ser gradual, ya que las personas con SFC suelen tener problemas de memoria o dificultades para concentrarse. Para evitar la fatiga intelectual, se debe optar por actividades sencillas: puzles de piezas grandes, escuchar música, leer libros de poca complejidad, etc.

Terapia psicológica. Para reducir la ansiedad, los ejercicios de respiración y las técnicas de relajación pueden ayudar. Además, la persona afectada se debe sentir acompañada y ayudarla a sobrellevar la enfermedad.

La importancia de la alimentación

Estudios recientes han revelado la importancia de una alimentación sana, que aporte los nutrientes necesarios. La dieta mediterránea es la mejor opción y, en esta línea, desde el Hospital Universitario Vall de Hebrón de Barcelona dan unas pautas concretas a seguir.

• Se recomienda hacer cinco comidas al día, sin saltarse ninguna: desayuno, tentempié a media mañana, comida, merienda y cena.

• La comida y la cena, en concreto, deben incluir hidratos de carbono, como pasta, pan, arroz, patatas, etc., que aportan energía.

• Todas las comidas deben incorporar algo de proteína: carne, pescado, huevos, legumbres o lácteos.

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• Hay que comer dos raciones de vegetales al día, una de ellas en crudo. ∙ Las legumbres deben estar presentes tres o cuatro veces por semana.

 El pescado es fuente de proteínas, pero también grasas Omega 3, que son un antiinflamatorio natural. Se recomienda tomar cuatro raciones a la semana.

• Se aconseja comer uno o dos yogures desnatados al día. Su acción protectora sobre la microbiota intestinal ayudaría a mejorar esta dolencia, según investigadores de la Universidad de Columbia.

•  Son muy importantes hábitos como comer despacio, masticar bien o respetar los horarios de comidas.

Nutrientes aliados. Se recomiendan alimentos ricos en Omega 3, un antiinflamatorio natural, y vitamina B6, que entre otros beneficios, reduce la fatiga. El salmón contiene ambos.

 

Qué va bien y qué no para la fatiga crónica

Cuidado con el estrés

Se aconseja seguir un patrón de vida ordenado. El estrés favorece la inflamación crónica, que hace que se acumulen en el organismo sustancias inflamatorias que, incluso en niveles bajos, empeoran los síntomas.

Asegura la hidratación

Es muy importante beber un mínimo de 1,5 litros de agua al día, ya que el síndrome seco, que acompaña muchos casos de fatiga crónica, provoca sequedad en las mucosas. Además de la ingesta de líquidos, ayudarán, por ejemplo, masticar chicles sin azúcar, usar lágrimas artificiales o cremas para la sequedad vaginal.

Tanto para este padecimiento como para muchos otros, la hidratación es clave.

 

El hábito de fumar no tiene relación

No se sabe si es un factor desencadenante, pero hay estudios que concluyen que puede, en parte, influir en el dolor y otros síntomas. Por efecto del tabaco, el monóxido de carbono penetra en los pulmones y pasa a la sangre, donde desplaza al oxígeno. Esta situación "resta" combustible a las arterias y los órganos, y agrava el cansancio y la fatiga física y mental propios del SFC.

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Activa también la mente

El SFC va también acompañado de alteraciones en la concentración y de la memoria. Escuchar música, leer una revista, hacer manualidades, etc. son actividades que ejercitan la mente, pero que no implican un gran esfuerzo. Se puede ir aumentando la complejidad de las tareas poco a poco.

Mejoría a medio o largo plazo. El ejercicio aeróbico de baja intensidad y actividades que combinen técnicas de relajación, como el taichí, o los estiramientos suaves pueden ser beneficiosos.

 

Un trastorno al que se unen otros

Además de cansancio y dolor, la fatiga crónica va acompañada de otros muchos síntomas y de trastornos asociados que influyen negativamente en la calidad de vida de las personas que la sufren.  

1. Fibromialgia. Más de la mitad de los pacientes con fatiga crónica también sufren fibromialgia. En ésta última está más presente el dolor muscular que el cansancio. Afecta sobre todo a músculos, ligamentos y articulaciones. La diferencia también está en que se desarrolla de forma paulatina.

2. Síndrome seco. Alrededor del 70% de los pacientes con síndrome de fatiga crónica (SFC) presentan el síndrome seco, con síntomas como escozor ocular, sensación de arenilla y conjuntivitis de repetición. También provoca sequedad en la faringe con molestias como tos crónica, y sequedad vaginal. De ahí la importancia de gestos para asegurar una correcta hidratación, como los que se recomiendan en el recuadro de arriba.

3. Ansiedad. Con mucha frecuencia, el SFC va asociado a ansiedad, emociones como tristeza o frustración e incluso depresión.

4. Hipersensibilidad a fármacos. Esta situación hace más difícil el tratamiento farmacológico. En estos casos se suelen recomendar dosis más bajas y pautas terapéuticas, como la terapia cognitivo-conductual, cuyo objetivo es que el paciente asuma su diagnóstico y entienda que todos los tratamientos están enfocados a disminuir la intensidad de la fatiga.

5. Mayor riesgo vascular. Más del 70% de los pacientes presentan niveles de colesterol alto en sangre y un 40% triglicéridos altos.