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Bajada de defensas: cómo actuar frente a las señales de alerta

¿Encadenas un resfriado tras otro, se te cae mucho el pelo, el cansancio no te abandona o cualquier herida tarda en cicatrizar? Éstos y otros síntomas pueden indicar que tus defensas necesitan un impulso para que tu salud no se resienta

¿Sabes cómo tener unas defensas fuertes? El secreto está en unos hábitos saludables.

¿Sabes cómo tener unas defensas fuertes? El secreto está en unos hábitos saludables.

G.G
Sección coordinada por la doctora María José Peiró, especialista en Medicina Familiar, con más de 10 años de experiencia tanto en el ámbito público como privado. Máster en nutrición y dietética.

Sección coordinada por la doctora María José Peiró, especialista en Medicina Familiar, con más de 10 años de experiencia tanto en el ámbito público como privado. Máster en nutrición y dietética.

El sistema inmune vela por nuestra salud a diario. Cuando detecta que algo falla, reacciona, pero ¿qué pasa cuando no funciona correctamente o no está en buena forma? Pues en esos casos es probable que enfermemos. Antes de que eso suceda, el organismo manda algunas señales que anuncian que algo no va bien. Hongos, fiebre, diarrea, cansancio o un estado de ánimo más bajo –éstos dos últimos síntomas en esta época pueden confundirse con la llamada astenia otoñal– deben ponernos en alerta para revisar algunos hábitos y poner freno cuanto antes a esa bajada de defensas. 

¿Qué síntomas indican que algo está fallando? 

Es importante detectar a tiempo esas señales que te envía tu sistema inmunitario. Éstas son las más frecuentes. 

Infecciones recurrentes. Por ejemplo, dos o más otitis o sinusitis en un año, amigdalitis, etc. al igual que las infecciones continuadas de orina. 

Virus. Resfriados leves, gripes frecuentes o que tardan en curarse son otro posible síntoma. 

Fiebre frecuente. El aumento de la temperatura corporal es un mecanismo de defensa que propicia que un tipo de células fundamentales en la respuesta inmunitaria, llamadas linfocitos T, lleguen de forma más rápida al lugar de la infección, pero si la fiebre es frecuente puede indicar que esa defensa está fallando. 

Cansancio excesivo. Si te levantas ya agotada o al mínimo esfuerzo te sientes así puede ser porque tu organismo está tratando de reservar energía para el sistema inmune, que pasa por épocas bajas y necesita una ayuda extra. 

Caída del cabello. En otoño es normal que se caiga más, pero si se prolonga o es muy acentuada la caída capilar es que tu sistema inmune se encuentra debilitado, ya que los linfocitos también son responsables del crecimiento sano del cabello. 

Herpes. Su aparición está relacionada con el estrés y la bajada de defensas que éste suele provocar y que puede reactivar el virus. 

Heridas que tardan en cicatrizar. Si tu sistema inmune se enfrenta a múltiples agresiones y no es capaz de responder a todas, dará prioridad según la gravedad y los estudios han mostrado que, en estos casos, la curación de heridas se retrasa. 

Diarreas muy frecuentes. Si se prolongan más de dos semanas es señal de que la microbiota –que ejerce de barrera intestinal– está debilitada. En cambio, se ha comprobado que las bacterias del intestino en buena forma son capaces de «reclutar» glóbulos blancos para que combatan la inflamación. 

Medidas para mejorar tu sistema inmune 

Dormir suficiente. Diversos estudios científicos han concluido que no dormir bien de manera prolongada afecta a los linfocitos o células T que produce la médula ósea y cuyas funciones son parte importante del sistema inmunitario para luchar contra los agentes infecciosos. Por eso para disfrutar de una buena salud es necesario que el cuerpo esté bien descansado, lo que se consigue durmiendo, al menos, de 7 a 8 horas al día, según los expertos. 

Reducir el estrés. Las tensiones no dejan que el cuerpo descanse como debería y además en esas situaciones el cuerpo libera cortisol, que reduce la multiplicación de linfocitos T y puede anular la respuesta inmunitaria. Evita el estrés o compénsalo con algunas prácticas, como técnicas de relajación o ejercicio. 

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¿Bebes sufciente agua al día? Es más importante de lo que imaginas para el sistema inmune.

 

Hacer deporte. Una rutina diaria de ejercicio moderado puede contribuir a un sistema inmunológico en forma; la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo de 150 minutos de ejercicio moderado a la semana, lo que equivale a 20 minutos al día. Además, éste promueve la eliminación de toxinas a través del sudor y facilita una buena circulación, lo que permite que las células del sistema inmunitario respondan de forma más efectiva ante los agentes extraños. 

Cuidado con algunos fármacos. Inmunosupresores, corticosteroides o antibióticos también pueden debilitar el sistema inmunitario. Es importante informar al médico sobre los síntomas para que suspenda o sustituya la medicación, si es necesario. 

Cuidar tu alimentación. La dieta debe ser variada y equilibrada con abundantes frutas, verduras y proteínas magras, y baja en azúcar y grasas. Más concretamente, para que las defensas estén en forma, la vitamina C, D y E resultan esenciales, y también minerales como el hierro, el zinc o el selenio. 

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¡Añade verduras y frutas a tu día a día para fortalecer su sistema inmune!

 

Test: Mide tus niveles 

Como hemos dicho, algunos hábitos influyen de forma directa en nuestra salud. Las respuestas de este test te ayudarán a saber en qué niveles están tus defensas. 

¿Has sufrido irritaciones en la piel? 

A: Últimamente con mayor frecuencia.
B: En alguna ocasión. 

 

¿Notas hinchazón abdominal o pesadez tras las comidas? 

A: A menudo. 
B: Muy pocas veces. 

 

¿Eres propenso las conjuntivitis? 

A: Últimamente con bastante frecuencia. 
B: En muy raras ocasiones. 

 

¿Fumas?

A: Sí 
B: No 

 

¿Te notas más cansado de lo habitual? 

A: Sí 
B: No

 

¿Tienes más de 60 años? 

A: Sí 
B: No

 

¿Con qué frecuencia haces ejercicio? 

A: Muy pocas veces. 
B: Voy a caminar media hora cada día. 

¿Sueles tomar bollería industrial? 

A: A menudo. 
B: Ocasionalmente. 

 

Mayoría de respuestas A: Consulta a tu médico para que evalúe con una analítica u otras pruebas el estado de tus defensas. Por otro lado, recuerda que el tabaco y el alcohol son perjudiciales con independencia de la frecuencia del consumo. La edad también es otro factor de riesgo, ya que con los años las defensas tardan más en responder. 

Mayoría de respuestas B: Seguramente tus defensas están en buena forma, pero no bajes la guardia y sigue un estilo de vida saludable como el que te recomendamos.

Verdadero o Falso 

Averigua qué hay de cierto y qué no en algunos mitos relacionados con las defensas y los efectos beneficiosos de determinados hábitos sobre la salud. Te ayudamos a descubrirlo.

Los suplementos son necesarios 

Verdadero. Si bien los alimentos son la mejor fuente de vitaminas, en algunos casos (ancianos, mujeres embarazadas o que estén dando el pecho) puede ser recomendable complementar la dieta. La Sociedad Internacional de Inmunonutrición a raíz del COVID-19 aconsejaba que «las personas más vulnerables y de mayor riesgo deberían aumentar la ingesta de varios micronutrientes en forma de suplementos, como la vitamina C, D y E o el zinc, pues son capaces de mejorar la inmunidad específica, en especial de producir más anticuerpos». 

Hacer dieta puede ayudar 

Verdadero y falso. La obesidad favorece la inflamación, así que en caso de sobrepeso, se debe seguir una alimentación más ligera y equilibrada. Y lo contrario, una dieta muy baja en calorías o poco variada hará que las defensas desciendan, alerta la Sociedad Española de Inmunología (SEI). 

La vitamina C ayuda a reforzarlas 

Verdadero. Los estudios han llegado a la conclusión que no previene los resfriados, como se creía, pero tiene beneficios: su efecto desestresante reduce los niveles sanguíneos de cortisol –una hormona que, producida de forma crónica, puede anular nuestras defensas– y también es clave en la síntesis del colágeno, una verdadera barrera física frente a agentes infecciosos. 

El frío es enemigo del sistema inmune 

Falso. La mayor incidencia de resfriados en invierno no es por el frío sino porque los virus se propagan más fácilmente en ambientes cerrados o poco ventilados, algo que se da más en invierno. 

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