Farah Diba, la emperatriz con una vida de película
Que la viuda del sha de Persia haya autorizado que su historia pase a la pantalla no me sorprende: no hay una biografía más apasionada y apasionante
Farah Diba
La vida de mi querida y admirada Farah Diba, viuda del último sha de Persia, tiene todos los ingredientes para ser un exitazo de taquilla. "Mis padres eran profundamente monárquicos y vi por primera vez a Reza el 12 de diciembre de 1946, cuando me subí al tejado de un garaje para verle pasar por nuestra calle. Fue una visión deslumbrante para la niña de ocho años que era yo", contaba en su biografía, que me dedicó en el 2003 con el cariñoso texto: "Para Jaime Peñafiel, que estas memorias sean un viaje a mi vida que tú y Carmen (mi mujer) conocéis y apreciáis".
Cuando Farah conoció al sha
Farah y el sha de Persia con los príncipes de Lieja.
Tras ir a la escuela italiana, que sus padres, una familia acomodada de Teherán, eligieron porque enseñaban francés, Farah se fue a estudiar Arquitectura a París. Allí estaba cuando un día de invierno de 1958 supo que el sha y Soraya se divorciaban. "Aquella noche escribí en mi diario: es una lástima".
Un año después, Reza Pahlavi viajó a la capital francesa para ver al general De Gaulle y la embajada de Irán ofreció una recepción, a la que Farah fue. Tras conocerle, le escribió a su madre que había llevado un dos piezas de "tweed" con camelia en la solapa. "¡Qué simpático es! Tiene el pelo casi blanco y los ojos tristes. ¡Estaba tan contenta de verle por primera vez tan cerca! Le di la mano, le hice una reverencia y mi corazón palpitaba", le explicó, sin sospechar que cuatro meses más tarde estaría yendo de tiendas por París para hacerse el ajuar de reina.
Centrada en sus estudios, Farah había pedido una beca y resultó que el encargado de los asuntos de los estudiantes iraníes en el extranjero era Ardeshir Zahedi, esposo de la princesa Shahnaz, hija del Sha. El destino iba cerrándose en torno a su persona, sin que nadie pudiera presentirlo porque, un día que Zahedi la citó en su casa de París para hablar de las ayudas que el Gobierno iraní podía facilitarle, se presentó el sha. "Creo que aquel fue un instante de gracia, una predestinación", explicaría ella, aunque luego supo que Reza le había pedido fotos de ella a su yerno.
Peñafiel y Farah.
El 14 de octubre de 1959, día en que cumplía 21 años, se comprometieron y se casaron en diciembre en el Palacio de Golestán, ceremonia a la que asistí, deslumbrado por su espectacular traje de novia de Yves Saint Laurent, bordado con hilo de plata y perlas, y su tiara.
A la coronación como emperadores, el 26 de octubre de 1967, fui invitado por Farah, vestida para la ocasión por Christian Dior. La coronó el propio sha, arrodillada ante él como Josefina ante Napoleón.
Farah con sus dos hijos vivos, Reza y Farahnaz (dcha.), su nuera y dos de sus tres nietas.
La pareja se vio bendecida con el nacimiento de cuatro hijos: Reza (1960), Farahnaz (1963), Ali Reza (1966) y Leila (1970), pero después llegaría la tragedia: Leila murió de sobredosis a los 31 años en el 2001 y Ali Reza se suicidó el 4 de enero de 2011 en Boston. "No te sobrepones a la muerte de un hijo", me reconocería Farah, sabiendo que yo también había perdido a una hija.
Tras la revolución de 1979 que derrocó la dinastía imperial para instaurar una república islámica, la familia Pahlavi inició un largo exilio. Tras pasar por Marruecos, Bahamas y Cuernavaca (México), la salud del sha empezó a menguar por la leucemia linfática que padecía.
Vivieron en la isla de Contadora ( Panamá) y en El Cairo, donde murió. La vida de mi querida Farah es el ejemplo de una gran dama que ha vivido el esplendor de ser emperatriz y los más trágicos momentos como madre. No existe en el mundo ser humano de tan incontestable valor.