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Entrevistamos al hombre más feliz del mundo, descubre su secreto

Matthieu Ricard decidió dejarlo todo y marcharse a Nepal para convertirse en monje budista. El hombre más feliz del mundo te cuenta sus secretos mejor guardados

Este monje budista nos habla de cómo alcanzar el bienestar emocional.

Este monje budista nos habla de cómo alcanzar el bienestar emocional.

Anna Lasheras

Matthieu Ricard ha sido declarado el hombre más feliz del mundo. Doctor en Biología Molecular, un día decidió dejarlo todo para irse al Nepal y convertirse en monje budista. De esto hace ya 50 años. Budista enamorado de la naturaleza, intérprete del Dalai Lama, meditador, fotógrafo y escritor nos habla de cómo alcanzar el bienestar interior.

PRONTO: ¿Por qué tomó la decisión de cambiar de vida?

MATTHIE RICARD: Tenía 21 años y veía documentales sobre los grandes maestros tibetanos y me dije: “San Francisco de Asís y Sócrates están vivos, voy a conocerlos”. Fui y me fascinó cómo eran. Así que, al acabar mi tesis, junto con el premio Nobel François Jacob, dejé París y me instalé en el Himalaya donde vivo. Y estoy muy contento de haberlo hecho.

La clave, conquistar la libertad interior

P.: Le han declarado el hombre más feliz. ¿Se siente así?

M.R.: No soy desgraciado, pero no podemos saber el estado de felicidad de los siete mil millones de personas que hay en el planeta. Lo que ocurrió fue que en el 2003 participé en un experimento sobre los efectos de la meditación en el cerebro en el laboratorio del doctor en Neuropsicología Richard Davidson. Éramos 20 meditadores de larga duración y, en mi caso, al medir las frecuencias cerebrales mientras meditaba en la compasión, se registraron los niveles más altos jamás vistos en neurociencia.

El monje budista y doctor en genética, Matthieu Ricard, participando en el II Congreso Internacional de la Felicidad.

El monje budista y doctor en genética, Matthieu Ricard, participando en el II Congreso Internacional de la Felicidad.

P.: ¿Qué podemos hacer para sentirnos más libres?

M.R.: No me atrevería a dar consejos a quien sufre por pobreza, enfermedad o aislamiento. Pero a los demás les diría que las condiciones externas no deberían condicionar nuestra felicidad. No hablo de resignarse, debemos hacer lo que esté en nuestras manos para mejorar lo exterior. Sin embargo, si no hay elección, es inútil rebelarse contra lo que es. Del grado de libertad interior depende cómo experimentamos la vida: disfrutando del presente con alegría, generosidad y solidaridad; o siendo prisioneros del individualismo, el egocentrismo y el mal humor.

P.: Pero el cerebro necesita certezas y sufre con la incertidumbre...

M.R.: Lo aceptemos o no, las cosas cambian constantemente. Lo aceptemos o no, nuestro control sobre el afuera es limitado, efímero y, a menudo, ilusorio. El universo no es un catálogo sobre el cual decidir. En cambio, podemos tener la certeza de confiar en que interiormente disponemos de los recursos suficientes para afrontar los altibajos de la existencia, una especie de resiliencia innata. Esto genera confianza ante la incertidumbre. Y hay otra cosa de la que hablaba hace poco con el Dalai Lama: podemos sentir que todos formamos parte de la misma humanidad, que podemos contar con los demás y ellos con nosotros. Es otra forma de confianza que puede acompañar en la incertidumbre.

P.: ¿Padecemos cierta adicción a la felicidad que nos perjudica?

M.R.: Creemos en la felicidad enlatada y la felicidad no es una sucesión ininterrumpida de sensaciones placenteras. Esto sería más una receta para llegar al agotamiento. La felicidad es un estado mental compuesto por cualidades esenciales como la bondad, el altruismo, la compasión, la libertad, la paz interior y la fuerza que conforman una base estable frente a los altibajos emocionales. Esta línea se puede elevar a base de entrenamiento mental. Los placeres se estropean a medida que los disfrutamos, pero podemos esforzarnos por ser mejores seres humanos y así vivir en mayor equilibrio. Y ésta no es una felicidad ficticia, sino un sentimiento de plenitud.

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Matthieu Ricard con Richard Gere, un seguidor del budismo.

El altruismo como alternativa

P.: ¿Es un estado que te permite estar en calma en medio de la tempestad?

M.R.: Exactamente. Incluso en la tristeza, la persona puede conservar la bondad, la fuerza de su alma, su coraje, su determinación y el sentido de la vida. Ésta es la felicidad auténtica. No es sencillo, pero si has cambiado fácilmente, entonces no ha ocurrido nada. Lo malo es que estamos bastante más en lo superficial y nos repugna lo que implica un trabajo duro para conseguir auténticos cambios internos.

P.: En su libro habla de otra epidemia, la del narcisismo...

M.R.: Jeane Twenge y otros psicólogos han estudiado la ascensión del narcisismo en los últimos 30 años en Estados Unidos. Entre los jóvenes ha aumentado entre un 30 y 40%. El narcisismo conlleva una falta total de empatía, incapacidad de ver los propios defectos y menosprecio a los demás. De hecho, cuando Twenge publicó sus estudios, los jóvenes norteamericanos la criticaron mucho. "Somos la nación más grande de la historia. Es normal que pensemos que somos los mejores seres de todos los tiempos", dijeron orgullosos de ser narcisistas.

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El libro de Matthieu Ricard.

P.: Entonces, ¿el altruismo es la gran asignatura pendiente?

M.R.: Desde luego el egoísmo no nos va a ayudar a salvar el planeta. Si nos dan igual las generaciones futuras, entonces no hay problema con el medioambiente: no estaremos aquí. Es el altruismo lo que nos involucra con las generaciones futuras."¿Por qué me preocuparía yo de las generaciones futuras? ¿Qué han hecho por mí?", bromeaba Groucho Marx. Es lo que dice Trump, pero él muy en serio.

De izquierda a derecha, Alexandre Jollien Matthieu Ricard y Christophe André, tres grandes amigos.

De izquierda a derecha, Alexandre Jollien Matthieu Ricard y Christophe André, tres grandes amigos.

P.: Destaca también la importancia de ser capaz de maravillarse por lo que nos rodea.

M.R.: Cuando admiramos, admitimos que aquello es más grande que nosotros y nos sobrepasa. Hay una disolución del egocentrismo y somos conscientes de la interdependencia de las cosas. Estudios de psicología muestran que quien es capaz de asombrarse es también más altruista. Si eres capaz de maravillarte por la naturaleza, por los animales, por los humanos, no los menosprecias ni los destruyes, los respetas y los proteges. Los partidos verdes alemanes hicieron una campaña para proteger el medioambiente y, en lugar de hablar de las predicciones sobre el futuro del medioambiente, que son muy pesimistas a causa del recalentamiento global, pusieron fotos de paisajes magníficos. Esto inspiró de manera positiva a proteger la naturaleza al sentir su belleza.

Una de las maravillosas imágenes sobre la naturaleza que este moje tiene en su Instagram:

P.: ¿Nos daña estar tan desconectados de la naturaleza?

M.R.: Mucho. Estuve en un debate organizado por Naciones Unidas en Montreal sobre la biodiversidad y se preguntó a la audiencia sobre las lecciones que habían extraído del confinamiento. Quienes habían tenido la suerte de vivirlo lejos de la ciudad decían que lo más importante había sido la experiencia de reconexión con la naturaleza. Y sabemos, por un estudio publicado en la revista médica "The Lancet", que los niños que crecen exclusivamente en las ciudades tienen un 15% más de probabilidades de padecer depresión e incluso esquizofrenia en la edad adulta. Privarse de la naturaleza no es bueno ni para la salud física ni para la salud mental. Es urgente recuperar valores más esenciales y simplificar nuestra existencia.

El hombre más feliz del mundo nos da las claves para vencer el miedo y la ansiedad

Ricard defiende la conquista paso a paso de la libertad interior para dejar de ser "esclavos de nuestros impulsos y creencias ciegas". Éstas son algunas de las herramientas que propone para liberarnos de estas emociones que a menudo nos sumergen en la oscuridad.

Observar sin quemarse. "Si sentimos ansiedad hasta llegar al ataque de pánico, nos hemos identificado completamente con esta emoción y en nuestro paisaje mental sólo existe ella. Se trata de distanciarse y contemplarla como si fuera un fuego sin meterse en él. La mente puede observar sus estados y crear un espacio de consciencia plena. Ante esa mirada atenta perderá fuerza. Dejaremos de ser su juguete y recuperamos la libertad interior", explica.

Ampliar la mirada. "Para salir de la estrechez del espíritu angustiado también

ayuda contemplar o imaginar un extenso paisaje o la inmensidad del cielo". Conectarse con la realidad. Ricard invita a preguntarse: "De entre nuestros mil y un miedos, ¿cuántos se han materializado en forma de situaciones dramáticas reales?".

Analizar el miedo, "para así comprender que no es más que una construcción de la mente y que no hay motivo para someterse a ella", propone.

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