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La mujer del presidente de Ucrania nos cuenta cómo viven en plena guerra

Olena Zelenska ha hablado de la dura realidad que lleva viviendo desde hace casi un año

La pareja forma un tándem perfecto. "Podemos hacer mucho juntos", dice ella.

Nereida Domínguez

Es la esposa del presidente Volodímir Zelensky y, desde que Rusia invadió Ucrania, ha asumido un papel diplomático que utiliza para conseguir apoyos para su país. Olena Zelenska, de 44 años, viajó a París con el fin de reunir y coordinar ayudas urgentes con las que su país podría superar este invierno, habida cuenta de que los ataques rusos, que dejan regiones enteras del país sumidas en la oscuridad y el frío, se han incrementado desde octubre.

Y precisamente en la ciudad de la luz, Olena concedió una entrevista a la revista "París-Match", que reproducimos en estas páginas, para saber cómo afronta la primera dama esta terrible situación que empezó en febrero del 2022.

En Buckingham fue recibida por Kate Middleton en los días previos al funeral por Isabel II.

PREGUNTA: ¿Cuál ha sido el objetivo de su viaje a Europa? ¿Qué mensaje quería transmitir?

OLENA ZELENSKA: La intención del foro, al que han asistido muchos países, era reunir y coordinar apoyos para que Ucrania supere el invierno. Y mi objetivo personal era recaudar fondos con mi fundación para reconstruir el hospital de Izium, en Jarkov. Cuanto antes vuelva la vida a las regiones ocupadas, antes recuperarán sus habitantes las ganas de regresar a la normalidad. Es increíble ver lo que ocurre en Bucha o Irpín, donde la gente ha vuelto a sus casas, las tiendas están abiertas, los niños juegan... Aunque, basta con girar la cabeza para ver una casa destruida.

P.: ¿Cuándo fue la última vez que pudo hacer una comida familiar?

O. Z.: El invierno pasado, antes de la guerra. Mi marido, nuestros hijos, nuestros padres y algunos de nuestros amigos estaban allí. El tiempo era extraño, recuerdo a los niños celebrando el día de San Nicolás bajo la lluvia. Ahora es difícil reunirse. Nuestros hijos, Oleksandra y Kyrylo, soñaban con poner el árbol, mientras que yo sentía que el ambiente no era muy propicio. No tenía fuerzas para decorar la casa, ni para pensar en regalos. Este año, para los ucranianos es menos alegre. Nuestro único deseo es lograr la victoria y la paz.

Con la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, y la de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

"Nuestros hijos se han quedado sin infancia"

P.: Hace casi un año, su vida cambió. ¿Fue una decisión difícil unirse a la resistencia en lugar de huir?

O. Z.: Seguimos las recomendaciones de los servicios de seguridad. Y estoy muy contenta de que hayamos podido quedarnos en nuestro país. Hoy, mi equipo y yo estamos trabajando activamente aunque parte de nuestras vidas ha quedado en suspenso, entre paréntesis. No podemos prever nada y nuestros hijos se han quedado sin infancia, pero seguiremos luchando hasta el final por su futuro, nuestra paz y nuestra seguridad. Por nuestro país.

P.: ¿Cómo les ha cambiado la guerra a usted y a su marido?

O. Z.: Los que nos ven desde fuera dicen que algo en nosotros ha cambiado. Quizás algunos rasgos de carácter que estaban ahí, y que se han revelado por el estrés constante. Mi marido encuentra fuerzas para luchar, a pesar de que tiene pocas oportunidades de recargar las pilas con su familia. Verle privado de esto es lo que más me preocupa, porque lo necesita emocionalmente. En los días de paz, a veces íbamos con los niños dos o tres días, no muy lejos, pero eso le bastaba para afrontar la rutina diaria con tranquilidad. Ahora es imposible.

La primera dama y su marido rindiendo homenaje a los muertos ucranianos en la revolución de Maidán.

P.: Usted ha manifestado gran preocupación por la situación de las mujeres. ¿Utilizan los rusos como arma de guerra la violencia sexual? ¿Están librando una guerra étnica contra Ucrania?

O. Z.: Existen muchas pruebas de que ésa es su intención. El número de violaciones y su carácter sistemático demuestran, según nuestras autoridades judiciales, que las usan como arma para destruir tanto las mentes como los cuerpos. Es el principio mismo de la guerra étnica contra el pueblo ucraniano como tal. También están destruyendo metódicamente nuestro patrimonio cultural. El museo de Maria Primachenko en Ivankiv, en la región de Kiev, fue atacado a pesar de que no había objetivos militares en los alrededores. La misma historia se repitió con el de Hryhorii Skovoroda, en la región de Jarkov. Situada en un campo, la casa de este gran filósofo fue bombardeada e incendiada. En las zonas ocupadas, alumnos y profesores se han visto obligados a dejar de usar la lengua ucraniana y seguir el plan de estudios ruso.

En una escuela primaria de París, que acoge refugiados ucranianos, con Brigitte Macron.

P.: También están las deportaciones de niños...

O. Z.: Éste es un tema aparte y es terrible. No disponemos de información suficiente para establecer su número exacto. ¿Cómo y a dónde se los han llevado? ¿Cuál es su destino? La incertidumbre sobre su suerte es aterradora.

"Quedarse solo y triste en un rincón es un camino sin salida"

P.: Usted eligió permanecer a la sombra de su marido, ¿por qué ha abandonado ese segundo plano? ¿No basta con las videoconferencias de su esposo? ¿Cuál es su tarea?

O. Z.: Habría sido un sueño quedarme siempre a su sombra. Era algo tranquilo y reconfortante, pero la guerra nos ha expulsado a todos de nuestra zona de confort. Esos vídeos, que sí, no bastan, son sólo una parte de todo lo que hace mi marido. Y, como a nivel diplomático, apenas puede viajar, me pide que lo haga por él y que lleve a otros países sus mensajes. No voy a ningún sitio al que no nos inviten, pero si quieren verme y escucharme, aprovecho cualquier oportunidad que me brinden.

En Washington con los Biden.

P.: ¿Cómo se reparten los papeles? ¿Él decide?

O. Z.: ¡Es mi presidente! (ja, ja, ja). Soy ciudadana de su país. Puedo negarme y nadie me obliga, pero cuando siento que puedo ser útil, actúo.

P.: ¿Cómo gestiona sus emociones? ¿Alguna vez se ha sentido desanimada?

O. Z.: Claro, porque estoy muy cansada. Llevamos demasiado tiempo esperando la victoria, la vuelta a la vida normal, y la espera nos agota. Pero llega el día siguiente y tenemos que volver a ponernos en marcha. Lo que me ayuda es tener una agenda apretada. Cuando no hay tiempo para relajarte, sigues adelante. Quedarse solo y triste en un rincón es un camino sin salida que nos negamos a coger.

P.: ¿Cómo se siente cuando está lejos de Ucrania y de su marido? ¿Le resulta difícil, luego, volver a la vida bajo las bombas, en los refugios?

O. Z.: En Ucrania, todos llevamos en el teléfono una aplicación que nos avisa de los ataques aéreos. E incluso estando en París, recibo esta alarma. Estoy aquí, pero mi corazón está con mi hijo, que está en la escuela en Ucrania. Quiero volver, porque me siento más segura allí cuando puedo ver que está a salvo.

Olana y Volodímir, de 44 años ambos, tienen dos hijos.

P.: ¿Visitar países que están en paz es como ver pasar ante sus ojos un delicioso plato de comida cuando se tiene hambre?

O. Z.: No puedo decir que lo sufra. ¡Estoy bastante contenta de haber podido vislumbrar este plato! Pero también dicen que es mejor estar en el ojo del huracán que en su periferia. Me comunico constantemente con quienes se han ido de Ucrania y, a menudo, los veo más preocupados por la situación que yo. Tienen el síndrome del superviviente, se sienten culpables de estar a salvo cuando nosotros no lo estamos. Me parece que da más miedo ver las noticias que vivirlas en directo.

"No soportamos las explosiones que caen del cielo"

P.: Cuando está en Ucrania, ¿oye cómo caen los misiles a su alrededor?

O. Z.: Sí. Muchos ucranianos conocen ya el desagradable sonido de un dron iraní, que suena como una moto. También puedo oír las réplicas de nuestra defensa aérea, que, con ayuda de todo el mundo, es cada vez más eficaz. Cuando consigamos interceptar el 100% de los misiles, podremos considerarnos a salvo. En París, en este hotel, cuando el metro sacude el suelo, me agobio. No soportamos las explosiones que caen del cielo ni las vibraciones del suelo.

P.: ¿Su cuerpo está siempre alerta?

O. Z.: Sí, ya no puedo relajarme. He iniciado un programa de apoyo psicológico. No hace mucho, en una reunión, repartieron formularios para comprobar nuestro estado. "¿Te sientes tenso?", "¿tienes problemas para dormir?"... Dejé de rellenarlo cuando me di cuenta de que marcaba todas las casillas. La adrenalina nos mantiene en marcha, pero cuando ya no sea necesaria, veremos las consecuencias negativas de todo esto.

Olena, que era guionista, ha asumido su papel de primera dama en tiempos de guerra, imponiendo su "dulce autoridad".

P.: El invierno es duro y los rusos atacan las centrales eléctricas para privar a la población de calefacción. ¿La gente muere de hambre y frío en Ucrania?

O. Z.: Afortunadamente, estamos consiguiendo evitarlo. Pero si la ayuda no llega a tiempo a las zonas, a menudo de difícil acceso, más afectadas por la guerra, podría ocurrir. Estamos intentando habilitar 50.000 "puntos de invencibilidad" en muchos lugares para sobrevivir al invierno. Puede ser la entrada a una escuela, una comisaría de policía, una simple tienda de campaña en la que instalar un generador para cargar el teléfono o acceder a Internet, pero también para tomar un té caliente, un café, a veces incluso para comer. No les dejaremos morir, pero es muy difícil.

P.: ¿Cómo transcurren sus días en Ucrania?

O. Z.: Me levanto alrededor de las 6.30 de la mañana y despierto a mi hijo para mandarlo al colegio a las 7. No tengo elección, dormimos juntos. Después, hago un poco de deporte antes de ir a la oficina a llevar a cabo mi trabajo diario como primera dama. Entre otras cosas, las entrevistas, los programas de ayuda psicológica, la lucha contra la exclusión, la organización de comedores escolares y de la alimentación de los desplazados, y los proyectos de reconstrucción. Hay mucho que hacer. Cuando acabo a las 5 de la tarde, si no he entrenado por la mañana, intento ir entonces. Pero, muchas veces, sobre todo si tengo que mantener reuniones con personas de otras zonas horarias, trabajo hasta tarde.

Con sus hijos y motor de sus vidas, Kyrylo y Oleksandra.

P.: Sus dos hijos, Kyrylo y Oleksandra, ¿siguen estudiando?

O. Z.: Aproximadamente un tercio de las escuelas, las que cuentan con un refugio antiaéreo, pueden aceptar alumnos presenciales desde septiembre. Por suerte, mi hijo acudía a una de ellas y, tras varios meses en los que ha permanecido cerrada, ahora, como ha abierto, está encantado de volver. Antes, si estaba enfermo, se quedaba feliz en casa, pero ahora quiere ir cada día al colegio y si un ataque aéreo se lo impide, se siente decepcionado. Los jóvenes están hambrientos de normalidad, de estar juntos y comunicarse. Los que no pueden ir a la escuela estudian "online". El COVID-19, al menos, ha servido para que aprendamos a hacerlo. En la universidad, mi hija alterna tres días "online" y dos presenciales, y, como no hay calefacción, va a clase con mantas. Todos esperan con impaciencia los días en que pueden estar juntos, pero hace tanto frío que vuelven a casa en cuanto acaban para poder calentarse.