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La Palma: así están sus habitantes 10 meses después de la erupción del volcán

Las coladas de lava siguen inundando las calles de la isla y la incertidumbre se ha apoderado de la población

drama de la palma

Zona sepultada por la lava. Arriba a la derecha, cráter del volcán y (abajo) una casa abandonada.

Redacción

En La Palma aún quedan restos de la destrucción que provocó el volcán de Cumbre Vieja desde que entró en erupción el 19 de septiembre del 2021. La ceniza llena calles y tejados y, en medio de las coladas de lava, aún se ve lo que antes eran casas. Han pasado meses, pero todavía hay vecinos sin vivienda, pueblos incomunicados, barrios cerrados por gases letales y carreteras sepultadas. Además, el miedo, la ansiedad y la incertidumbre se han convertido en el pan nuestro de cada día de los vecinos de la isla.

Olga: "Me pongo en alerta ante cualquier ruido o temblor"

Olga vive en Las Manchas, uno de los barrios más cercanos al cráter principal. Desde su ventana ve cómo los gases aún emanan del volcán y cómo el azufre lo ha teñido de verde. Vivir a pocos metros del "monstruo" no le borra la sonrisa a esta palmera, pero recordar el día que empezó la pesadilla le hace llorar.

Aquel domingo salió de casa con sus dos perros, algunas mudas de ropa y la foto de sus padres ya fallecidos. Su marido estaba trabajando en un restaurante cercano cuando recibió la llamada de Olga. "No se enteró hasta que salió y vio a los clientes, alterados. Si la erupción hubiera sido de noche, habría habido víctimas. No sabíamos que iba a salir por aquí", nos cuenta.

La pareja pasó siete meses viviendo en una caravana. Mientras el volcán seguía activo, no podían regresar porque su casa estaba dentro de la zona de exclusión. Cuando terminó, tampoco porque no tenían luz, agua, ni conexión a los servicios más básicos.

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Olga ha hablado con tu Revista Pronto sobre el delicado momento que siguen viviendo los palmeros.

El 4 de mayo, volvió de nuevo a su casa. "Al entrar por la puerta me derrumbé. No podía dejar de llorar al pensar que yo tenía casa y muchos vecinos, no", recuerda. Se le ponen los pelos de punta cuando piensa en la primera noche que durmió en Las Manchas tras siete meses. "Sentía que tendría que huir otra vez. Ahora me pongo en alerta ante cualquier temblor o sonido", confiesa.

Las ayudas son pocas y van lentas

La caída de ceniza y la lluvia provocaron roturas en el interior de su casa y en el mobiliario. Gracias a las oenegés que trabajaban en la zona pudo tener de nuevo la nevera y la lavadora. Ésta es una de las pocas ayudas que ha recibido Olga pese a haber estado siete meses desplazada. A ésta sólo se suman los 4.000 euros de donaciones que recibió del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane y del Cabildo insular.

Su marido sigue en ERTE y todos los días va al restaurante a quitar ceniza e intentar reconstruirlo.

Ana, una vecina de caravana, no corrió la misma suerte. Su vivienda y su barrio, El Paraíso, desaparecieron por completo bajo la lava. A pesar de ello no ha recibido ninguna de las viviendas entregadas por el Gobierno de Canarias y ha tenido que comprar un piso con sus ahorros y con los 60.000 euros que recibió de ayudas públicas. "No podía esperar más", cuenta.

Muy preocupados por su salud mental

Hasta el momento, el Gobierno autonómico ha entregado 114 casas. La previsión oficial es que se ofrecerán 600 más entre pisos, viviendas modulares y de madera, que cubrirán casi toda la demanda. El Ejecutivo regional espera que las casas se terminen de instalar en septiembre para donarlas después del verano. Sin embargo, estas medidas son cuestionadas por varios vecinos, que advierten del impacto en la salud mental que tiene para los palmeros pasar de vivir en el campo, "rodeados de fincas y huertas", a vivir en un edificio o en un "contenedor".

Mientras tanto, 280 personas siguen residiendo en los tres hoteles habilitados y gestionados por Cruz Roja para los damnificados sin alternativa habitacional. Es el caso de Carlos Manuel, un vecino de La Bombilla que lleva desde octubre en el complejo turístico de Fuencaliente. Antes de llegar allí, vivía con 10 personas más en un pequeño apartamento. "Me trataron muy bien, pero no podíamos seguir así", dice.

La abogada Florisela Rodríguez cuenta que otros palmeros no han tenido otra opción que vivir en cuevas, caravanas e incluso en sus propios coches. En otros casos, se han marchado de la isla hacia otros puntos del archipiélago o de la península. "La gente joven se va a buscar oportunidades y las personas mayores que necesitan atención sanitaria también se van porque en los hospitales de La Palma no están todas las especialidades", explica.

Alfredo Rodríguez: "La gente siente rabia por las situaciones difíciles que viven"

El miedo que atenazaba a los palmeros durante la erupción se ha transformado ahora en enfado e incertidumbre. "Cuando la lava estaba llevándose las casas, la gente no atendía tanto a su estado emocional como a sus necesidades básicas. Lo que buscaban era dónde vivir y qué comer", explica Alfredo Rodríguez, psicólogo del servicio Cruz Roja te escucha. "Ahora sienten rabia por las situaciones tan difíciles que atraviesan. Muchos están en un limbo sin saber qué pasará con ellos o a quién tienen que dirigirse", añade.

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Alfredo Rodríguez

Las personas que tienen la casa en pie y han podido regresar se enfrentan a otros retos. Entre ellos, adaptarse a su nueva normalidad. "Ha cambiado todo. Nada es lo que tenían. Aún han de lidiar con la ceniza y con un cambio total del paisaje", detalla el psicólogo.

Las personas mayores son los más vulnerables. "Sienten que no tienen tiempo para empezar de nuevo. Lo ideal es intentar que se enfoquen en actividades positivas", aconseja Rodríguez. En el caso de los niños, el síntoma más frecuente es el miedo al volcán. "Si se normaliza la situación, el cuerpo de las personas entenderá que esos ruidos no son peligrosos", indica el sanitario.

Peligrosos niveles de dióxido de carbono

La Palma afronta el primer verano después de la erupción con una de sus principales potencias turísticas confinada por gases tóxicos. Puerto Naos es un pueblo costero convertido en zona fantasma. Nadie puede entrar allí, salvo los expertos. Apartamentos, bares y hoteles permanecen cerrados y vacíos siete meses después de que se apagara el volcán por la presencia de peligrosos niveles de dióxido de carbono.

Hasta el momento se desconoce cuándo podrá volver a ser habitable este pueblo, pero la desesperación se apodera de los propietarios y empresarios, que piden soluciones inmediatas. "No podemos acercarnos a nuestros negocios ni viviendas que están sufriendo un deterioro grave", aseguran.

El presidente del Centro de Iniciativas Turísticas (CIT), Óscar León, apunta que las camas turísticas destruidas ascienden a 4.000. "No vamos a poder llegar a cualquier dato anterior, pero prevemos que se alcance el 70% de la ocupación y esperamos que en agosto se llene más incluso", apunta. León celebra el apoyo del turismo nacional que ha recibido La Palma, pero lamenta la caída de las visitas desde Europa.

Una de las soluciones para paliar el impacto de la erupción pasa, según Óscar León, por la construcción de hoteles con precios competitivos. "Un hotel con 20 camas no puede ofrecer los mismos precios que otro con 400. El propósito tendría que ser que hubiera 25.000 camas turísticas en esta isla. Ahora tenemos 16.000. Que algunos hoteles de cuatro o cinco estrellas estuvieran concentrados en las zonas de Puerto Naos, Teneguía o Los Cancajos", propone.

Pero, sin duda, la mejor ayuda es visitar La Palma. El Gobierno de Canarias y la Secretaría de Estado de Turismo han invertido más de 6 millones de euros en la creación de un bono turístico de La Palma destinado a los residentes peninsulares.

Los trabajadores no pueden regar sus cultivos

El volcán ha provocado pérdidas de más de 100 millones de euros en el sector agrícola, el otro gran motor económico palmero. En los tres meses en los que el volcán permaneció activo dañó 370 hectáreas. Más del 60% eran plataneras, un 18%, viñedos y un 7%, aguacateros. Muchas fincas han sido sepultadas y otras destruidas por la ceniza o permanecen incomunicadas y los trabajadores no pueden regar los cultivos.

La instalación de depuradoras fue uno de los parches del Gobierno de Canarias para mitigar el impacto de la falta de agua corriente, pero la calidad del agua desalada y el uso de estas tecnologías en la isla más rica en recursos hídricos del Archipiélago han sido puestas en cuestión por los agricultores.

Cecilia García: "Sólo pedimos que no toquen las casas ni las fincas"

Entre los vecindarios que esquivaron la furia del volcán están La Marina, Las Cuevas y Cabezada, pero ahora se enfrentan a un nuevo Goliat: la creación de una carretera que arrasaría fincas y viviendas. Este proyecto pretende incluirse en el paquete de obras proyectadas para reconstruir la isla.

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Cecilia García.

En los balcones de La Marina, hay pancartas que rezan: "No nos quiten lo poco que nos dejó el volcán". Cecilia García es una portavoz de la Plataforma de Afectados por el Trazado de la Carretera de la Costa. Vive con su pareja y su suegra, que ya perdió dos fincas de aguacates durante la erupción y que perdería las que le quedan si se ejecuta esta vía que pretende conectar el puerto de Tazacorte con Puerto Naos.

Con 29.000 firmas, la Plataforma ha llevado al Parlamento canario una proposición no de ley para que el Gobierno de Canarias y el central tengan en cuenta las alternativas que plantean al proyecto. "Sólo pedimos que no toquen las casas ni las fincas. Más de 21 familias se verían afectadas", puntualiza Cecilia.

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