La tierna historia del hombre que cura a los animales con sus manos
El quiropráctico Joren Whitley, de 35 años, ha mejorado la vida de jirafas, leones y caballos, entre otros pacientes

Joren Whitley, quiropráctico de animales.
Cada año, más de 400 animales de todo tipo pasan por las manos del quiropráctico estadounidense Joren Whitley, quien en muchos casos logra cambiarles la vida. Su trabajo es muy beneficioso, por ejemplo, cuando tienen problemas para caminar, inclinaciones de la cabeza, cambios en la forma en la que se sientan y, lo más importante, dolores.
"Es maravilloso ver cómo las personas vienen con sus perros llorando y se van felices porque su mascota está bien, andando nuevamente. Es algo que no puedo explicar, pero siento que es mi propósito, mi vocación", explica Joren.

Este estadounidense de 35 años conoció esta disciplina tras una lesión y se enamoró de la profesión. Tras cuatro años de estudio, consiguió la licencia para tratar tanto a humanos como a animales. Desde entonces, ha llevado a cabo más de 25.000 ajustes quiroprácticos a animales tan variados como caballos, leones, tapires, canguros, gatos y jirafas, entre muchos otros.

Tal y como él mismo detalla, cuando las articulaciones no se mueven como deberían, se inflaman y los huesos se desgastan. Con el tiempo eso puede provocar dolor, rigidez o bultitos en los huesos, y es entonces cuando se hace necesaria su intervención.

Ha ayudado a evitar procedimientos extremos

"Me emociona poder cambiar la esperanza y la mentalidad de las personas cuando piensan que la única opción para sus mascotas es la eutanasia o una cirugía muy costosa", explica este joven con un currículum de admirar.

El cachorro de la imagen no puede estar más a gusto. Y es que los animalitos se quedan así de relajados tras recibir sus ajustes.
Tiene su propia clínica en Oklahoma, también trabaja en el zoo de su ciudad, colabora con el de East London de Sudáfrica, y comparte su precioso trabajo a través de redes sociales, donde cuenta con miles de seguidores.


Además, estudia cada caso a conciencia, porque no es lo mismo tratar a un enorme león –al que tuvieron que sedar–, que a un dulce canguro bebé.