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El estilo de vida que combate el hígado graso: 7 claves infalibles

Uno de cada cinco adultos sufre esta patología y ni siquiera lo sabe, ya que prácticamente no provoca síntomas. ¡Descubre aquí qué hábitos puedes cambiar para prevenirla!

Te contamos todo lo que puedes hacer para prevenir el hígado graso.

N.D

Sección coordinada por la doctora María José Peiró, especialista en Medicina Familiar, con más de 10 años de experiencia tanto en el ámbito público como privado. Máster en nutrición y dietética.

El hígado es el órgano más grande que tenemos dentro de nuestro cuerpo. Ayuda a digerir los alimentos, elimina toxinas y almacena energía.

La acumulación de depósitos de triglicéridos y lípidos en él puede dar origen a la enfermedad del hígado graso, que se produce cuando este tiene problemas para descomponer las grasas, provocando que se acumulen en el tejido hepático.

Si esta acumulación supera del 5 al 10% del peso de este órgano, hablamos de hígado graso. 

Dos tipos diferentes: Esta patología se divide en dos clases principales: el hígado graso no alcohólico y el hígado graso por alcohol, también llamado esteatosis hepática alcohólica. ¡Veamos sus principales diferencias!

No alcohólico 

Es la más frecuente y afecta a un 30% de la población y hasta a un 80% de personas obesas o con diabetes tipo 2. Es una enfermedad crónica, no relacionada con el consumo de alcohol y que, si no se trata de manera adecuada, puede derivar en inflamación y daño en las células hepáticas, fibrosis, cirrosis o cáncer de hígado. Bajar de peso, introducir cambios en la dieta y hacer ejercicio de forma regular la previene. 

Por alcohol

 

Como su nombre indica, está provocada por el alto consumo de alcohol. El hígado es el encargado de descomponerlo, pero este proceso puede generar sustancias dañinas que enferman las células hepáticas, causan inflamación y debilitan las defensas, haciendo que este no funcione de manera correcta.

Su evolución puede dar lugar a una hepatitis alcohólica y a cirrosis, por eso es sumamente importante detectarlo a tiempo y evitar la ingesta total de bebidas alcohólicas. 

¡Ponles freno a los peligros que conlleva el exceso de alcohol, descúbrelo!

Cambio de hábitos 

Aunque se realizan numerosos ensayos clínicos, en la actualidad no existen medicamentos aprobados para tratar la enfermedad del hígado graso. Su prevención y, por tanto, mejora y sanación pasa por adquirir hábitos saludables entre los que destacan dos de suma importancia: la alimentación y el ejercicio.

De hecho, una de las primeras recomendaciones médicas que se suele hacer es la de bajar de peso, así que ambas resultan primordiales para conseguirlo.

La dieta ideal

En primer lugar, es imprescindible no beber alcohol, sobre todo cuando la enfermedad está provocada por esto. En cuanto a la alimentación, se debe apostar por el consumo de verduras y frutas, que son depurativas y eliminan toxinas y grasas.

Es importante comer alimentos ricos en fibra e integrales y aumentar aquellos que tengan vitamina A, C y E y antioxidantes, como el pescado azul, las espinacas, el brócoli, los tomates, los pimientos, las nueces, el aguacate, etc.

Hay que mantener una buena hidratación, ingiriendo al menos 2 litros diarios de agua que, mezclada con zumo de limón, incrementa su acción depurativa y ayuda a limpiar el hígado. Productos como la alcachofa, que es hepatoprotectora, o el té verde, que contiene galato de epigalocatequina, son muy beneficiosos para la recuperación hepática.

¡Estas deliciosas recetas con alcachofa te ayudarán a comer sano!

Alimentos prohibidos

Elimina el alcohol y reduce al máximo los productos con más azúcar, sobre todo los de alta fructosa o con carbohidratos refinados. Evita los alimentos procesados, la bollería y pastelería y las bebidas azucaradas o con gas. 

El deporte, tu aliado

 

El ejercicio mejora la insulinorresistencia y ayuda a adelgazar, por lo que se recomienda realizar al menos media hora de actividad física diaria. Caminar, correr, hacer aeróbic y bicicleta son los más recomendables para la eliminación de grasa y la pérdida de peso gradual y controlada. 

Otros beneficios. Para prevenir el hígado graso, se recomienda leerse bien el prospecto de los medicamentos o consultar al médico, ya que algunos le pueden afectar. Y también se debe evitar el uso de envases plásticos y latas, que contienen bisfenol-A, un químico que incrementa la esteatosis hepática

Complementos naturales que cuidan tu hígado

Dentro de la dieta, se pueden incluir una serie de nutrientes y vitaminas que te ayuden a proteger tu hígado, previniendo y combatiendo el exceso de grasa en él. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, antes de tomar cualquier suplemento, se debe consultar con el médico, ya que podrían interaccionar con algunos medicamentos. 

Vitamina E. Se ha comprobado su eficacia para reducir y neutralizar el daño causado por la inflamación hepática y la acumulación de lípidos. 

Antioxidantes. Junto con la vitamina E, el selenio y la betaína son dos potentes antioxidantes que protegen y mejoran la salud hepática.

D-Limoneno. Esta sustancia natural se extrae del aceite de las cáscaras de los cítricos y ha resultado ser un tratamiento muy válido para prevenir tanto el exceso de grasa como la resistencia a la insulina. 

Cardo Mariano. Se ha comprobado que uno de sus compuestos, la silimarina, ayuda a sanar el hígado y lo protege de los radicales libres. También contribuye a regenerar las células formando nuevo tejido hepático. 

¿Qué factores de riesgo hay?

 

Según algunos estudios, esta patología es más común en hombres y más propensa a aparecer en los siguientes casos. 

Diabetes. Se relaciona con la resistencia a la insulina y puede afectar más a los diabéticos. 

Obesidad. El sobrepeso también contribuye a la progresión del daño heṕatico. 

Colesterol e hipertensión. Tener niveles altos de grasas en la sangre, sobre todo triglicéridos, y la tensión alta no ayuda. 

Toma medicación. Los corticoides y algunas medicinas contra el cáncer pueden provocarla. 

Una enfermedad asintomática: así se puede detectar

Debido a que es una patología que no presenta prácticamente ningún síntoma, su detección precoz puede ser difícil, aunque existen una serie de signos que nos pueden poner en alerta y ante los que hay que acudir al médico. 

Posibles síntomas

Es una enfermedad silenciosa, pero, con el paso del tiempo, puede provocar fatiga y cansancio, debilidad, náuseas, dolor en la parte superior derecha del abdomen, aumento del perímetro abdominal, caída del cabello y acné.

Si no se trata, su evolución podría llegar a causar retención de líquidos, pérdida de masa muscular, hemorragias internas, insuficiencia hepática, ictericia y cáncer de hígado. La prevención resulta clave, por lo que, ante alguno de estos síntomas, es mejor acudir al especialista. 

Pruebas diagnósticas

El médico puede sospechar de la existencia de la enfermedad si observa un nivel de colesterol y triglicéridos anormales. En este caso, es posible que solicite exámenes hepáticos, que miden ciertas proteínas, enzimas y sustancias que hacen que el hígado funcione correctamente.

Una ecografía abdominal confirmará el tamaño y aspecto del mismo y, en caso de dudas, se podría realizar una biopsia hepática, consistente en el análisis exhaustivo de una pequeña porción de tejido del hígado.