Ana Obregón confirma la venta de la casa familiar de Mallorca
Ana Obregón ha vendido junto a sus hermanos la emblemática casa familiar de Mallorca. Una despedida marcada por los recuerdos y la emoción
La madrileña ha concluido unas vacaciones de verano marcadas por el vínculo con su nieta Ana Sandra y el duelo con el que sigue lidiando tras la muerte de su hijo, Aless Lequio.
A esto se ha sumado la venta de un lugar que le trae muchos recuerdos, El Manantial, en Palma de Mallorca, un chalet familiar edificado por su propio padre.
Una decisión muy dura
Ana Obregón ha puesto —junto a sus hermanos— punto y final a una de las decisiones más duras de los últimos años: vender El Manantial, la residencia familiar construida por su padre en Mallorca.
Un verano marcado por la nostalgia, los paseos por los jardines que fueron testigos de infancia, y los recuerdos que parecen susurrarse en cada rincón.
Una mansión que atesora historia: lujo, mar y un millón de emociones
Ana, junto a Aless, en los años 90 en su casa de Mallorca.
Esta casa no es solo un inmueble: es un refugio cargado de historia. Tiene más de 1.000 metros cuadrados, siete suites, piscina, solárium, embarcadero privado, incluso pista de pádel…
Ana Obregón guarda algunos de sus mejores recuerdos con su hijo en Mallorca (@ana_obregon_oficial).
Fue edificada por su padre en los años 60 y durante décadas ha sido el escenario de los veranos familiares, los posados veraniegos, los momentos junto a su hijo Aless —y ahora también los juegos con su nieta Anita.
Ana sigue visitando su casa de Mallorca varias veces al año.
Todo esto en una parcela de más de 8.000 m² frente al Mediterráneo, con vistas al mar y acceso directo desde la costa.
Ana Obregón ha vuelto a presumir de su terraza con vistas al mar.
Valorada en 35 millones de euros, la venta se decidió en consenso con sus hermanos: Juancho, Celia, Amalia y Javier. Ana reconoce que es “un lío mantener una casa tan grande” especialmente cuando pesa tanto lo emocional.
Ana Obregón pasaba los veranos en Mallorca con su familia.
Este será el último verano al completo que Ana y los hermanos disfrutan plenamente de El Manantial como ese “refugio de paz” que ha sido siempre: veraneos, risas, infancia, mar, lagos, fotógrafos, paparazzi y esa tradición del posado que la hemos visto repetir año tras año.
Ana dice que “cuando estoy aquí, veo a mi hijo correteando por sus pasillos, y cada rincón tiene su nombre”. Esa presencia de Aless hace que cada ola, cada terraza, cada rayo de sol recuerde lo que fue, lo que es, y lo que ya no será.