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Con su hija, antes de una actuación. 

E.M

La vida de Ana Martín no fue fácil. Nacida en Portugal el 22 de mayo de 1931, ayudaba a su padre, apodado "el Lechuga", a vender verduras.  A ella se la conocía como "la Melones", pero su pasión era bailar y consiguió entrar en las compañías de Pepe Pinto y Juanita Reina. Su carrera se torció cuando se cruzó con Juan Pantoja Cortés, "Chiquetete", cantaor del trío Los Gaditanos. 

Ana con su marido, Juan Pantoja.

Casados el 30 de noviembre de 1952, Ana se dedicó a su marido y sus cuatro hijos: Bernardo, Maribel, Juan y Agustín. "Mi madre vio mis cualidades cuando yo tenía dos años", ha explicado la cantante, a la que su progenitora llevó a su primera academia, le compraba discos, la animaba... Isabel empezó a trabajar profesionalmente a los 14 años y, hasta los 17, se fogueó en todo tipo de escenarios gracias a la actividad como mánager de su madre y asistente.

Quería un hombre soltero y rico para su niña

En 1974, cuando su marido murió de cáncer, Ana entendió que su hija adolescente podía ser el sostén de la familia. Hizo las maletas y se fue con sus hijos a Madrid, para probar fortuna en los tablaos. Consiguió que la contrataran en El Corral de la Morería y, para estirar el sueldo de 1.000 pesetas que le pagaban a la niña, la puso a trabajar por las mañanas en una tienda.

Isabel Pantoja de niña.

En la capital su valedor fue Baldomero Negrón, propietario de un restaurante que se enamoró de Isabel y consiguió que el maestro Juan Solano le diera clases de canto. Y ahí fue donde doña Ana empezó a ejercer de ángel protector de su hija, defendiéndola de los moscones que siempre le revoloteaban. Tenía muy claro que quería un hombre soltero y rico para su niña. Logró que Maribel no cayera en las redes de Máximo Valverde, que no le gustaba, pero dio luz verde a que se casara con Francisco Rivera.

Una foto de Doña Ana con parte de su familia.

Después de que se casaran, se fue a vivir con ellos a Cantora, la finca del torero en Medina-Sidonia (Cádiz). Tras la trágica muerte de Paquirri en Pozoblanco, doña Ana fue uno de los puntales de su hija. Un paño de lágrimas para una viuda joven y desconsolada. Superado el luto, Pantoja volvió a los escenarios y doña Ana ejerció el papel de matriarca de un clan que había ido aumentando con la llegada de sus nietos. Con todos ellos tuvo siempre una excelente relación, menos con Isa, la niña peruana a la que la Pantoja adoptó, con la que la relación nunca fue muy cariñosa.

Con su nieta, Isa, con la que la relación siempre fue un poco difícil.

No supo nada del paso de su hija por la cárcel

Todo siguió adelante hasta que, hace unos años, doña Ana empezó a mostrar síntomas de la enfermedad que la ha aquejado hasta el final de su vida: Alzheimer. Empezó a perder la memoria, hasta que dejó de poder cuidar a los otros para tener que ser cuidada. 

"Todo ha sido gracias a ella, que me ha inculcado la esperanza del triunfo desde pequeñita. Por eso la tengo como una reina y la voy a cuidar siempre, hasta el fin, y aun así no podré pagarle ni la centésima parte de lo que ella ha hecho por mí", ha dicho la folclórica. 

Kiko sentía devoción por su abuela y para ella él era uno de sus nietos favoritos.

Sin embargo, la enfermedad le ahorró cosas que no le hubieran gustado: el paso de su hija por prisión, su participación en "Supervivientes" y, sobre todo, las peleas familiares. Su hijo Agustín se volcó en ella, pero sobre todo su hija, que pospuso su carrera en la música y en la televisión (donde tenía ofertas) para estar las 24 horas del día pendiente de ella. Una amorosa dedicación que tuvo su punto final el pasado 28 de septiembre, aunque para Isabel siempre estará viva.