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Una familia ucraniana nos cuenta su dramática historia tras un año de guerra

María, Volodímir y el pequeño Yaroslav se han visto obligados a huir de su tierra debido al conflicto bélico

Antes de la guerra, María trabajaba en una óptica y Volodímir era taxista.

Nereida Domúnguez

Nuestra enviada especial de Ucrania, Núria Garrido, nos traslada las vivencias de esta familia de Kiev, que en el momento de iniciarse la guerra decidió emigrar a Holanda, ya que no querían ponerse en peligro ni a ellos ni a su hijo Yaroslav, nacido a los pocos días del primer bombardeo ruso en la capital ucraniana.

El testimonio de este matrimonio pone en evidencia el horror de este conflicto armado. Pero, al mismo tiempo, también sorprende ver cómo, en medio de toda esa tragedia, María y Volodímir han mostrado su resiliencia, esa fuerza innata que brota en los momentos más agónicos.

Volodímir con su hijo, a los pocos meses de nacer.

Muy pronto, la familia tendrá un miembro más, ya que María está embarazada.

“El cuerpo me sigue temblando cada vez que escucho las alarmas antiaéreas”

Han pasado 365 días y la guerra continúa. Ya nada ha vuelto a ser como antes para esta pareja. Tampoco han podido despojarse del dolor y del miedo, pese a que en este punto del país ahora no hay combates. La seguridad, sin embargo, no está garantizada.

Kiev, su ciudad natal, sigue siendo objetivo de ataques con misiles rusos que pueden caer en cualquier momento y en cualquier parte. Las alarmas antiaéreas continúan sonando un año después del inicio de la invasión. “El cuerpo me sigue temblando cada vez que las escucho porque en los últimos meses han vuelto a bombardear algunos puntos de nuestra ciudad”, lamenta María.

Volodímir, en el centro de la imagen, luchó en la guerra del Donas.

El pequeño Yaroslav nació al comenzar el conflicto bélico.

La pareja quiere volver a Kiev cuando el ejército ucraniano gane la guerra.

Nos cuentan cómo vivieron ese día fatal que su ciudad natal se vio asediada y cómo a pocos días de dar a luz, corrieron a refugiarse en una aldea cercana para, más adelante, tener que volver a Kiev para el nacimiento del pequeño.

Fueron tan sólo unos días, suficientes como para cambiar el paisaje de la urbe, que se convirtió en una ciudad militarizada y desoladora. “Me impactó ver cómo, en tan sólo unos días, la normalidad de nuestra ciudad se había borrado. La verdad es que tanto mi esposo como yo nunca creímos que esto fuera a pasar. Los días previos a la guerra estábamos realmente ilusionados con nuestro embarazo. Hacía además un mes que nos habíamos casado”, recuerda la pareja.

No te pierdas el resto de la historia en el nuevo número de tu Revista Pronto.