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Abusos y agresiones sexuales en la infancia: guía para orientar a las familias

Entrevistamos a la pediatra Anna Fàbregas, que ha elaborado la guía "Estamos a tu lado para dar visibilidad a esta realidad, orientar y resolver dudas. Puedes descargarla en esta noticia

Niña víctima abusos sexuales

En un 30-35% de los casos, las víctimas presentan secuelas a medio y largo plazo.

Redacción

Te has preguntado alguna vez cómo reaccionarías si tu hijo/a te confesara que ha sido víctima de un abuso o de una agresión sexual? Prepararse para este tipo de revelación no es una tarea fácil, pero sí necesaria. Lamentablemente, uno de cada cinco niños y adolescentes son víctimas de violencia sexual. En la mayoría de los casos, el agresor es una persona del entorno familiar, lo que suma a la tragedia un elemento más de culpa y desconcierto.

Anna Fábregas

Anna Fábregas, coordinadora de la Unidad de Atención a las Violencias hacia la Infancia y la Adolescencia del Hospital Vall d’Hebron.

Como la primera reacción de los padres es clave, la pediatra Anna Fàbregas y la psicóloga clínica Mireia Forner han elaborado un manual que, además de dar visibilidad a este delicado tema, orienta y resuelve dudas.

La violencia sexual infantil en cifras

El 20% de los niños, niñas o adolescentes son víctimas de violencia sexual.

El 75% de las víctimas son del sexo femenino y el 95% de los agresores del sexo masculino.

En el 65% de los casos, el agresor forma parte del entorno familiar de la víctima.

Cada tres horas se abre en España una investigación por un delito sexual a menores.

EN UN 30- 35%, las víctimas presentan secuelas a medio/largo plazo: recuerdos e imágenes intrusivas, insomnio, pesadillas, tristeza, sentimiento de rabia, miedo, vergüenza, culpa, etc.

PRONTO: ¿Se habla lo suficiente de la violencia sexual que sufren tantos menores?

ANNA FÀBREGAS: Continúa siendo un tema tabú, del que no se habla o se mira hacia otro lado, y eso hace que las víctimas se sientan más solas y culpables. Un 20% de la población ha sufrido algún tipo de violencia sexual en la infancia, pero estas cifras son sólo la punta del iceberg. Cuanto más sensibilizados estemos y más sepan los niños y adolescentes que se puede hablar de esto, más casos detectaremos y podremos tratar.

Los agresores son cada vez más jóvenes

P.: ¿Cuál es el perfil de paciente que tratáis en consulta?

A. F.: Este tipo de violencia se da en toda la población independientemente de la clase social de la víctima, el poder económico de la familia, la religión, la cultura, el nivel de formación, etc. Lo que sí podemos decir es que el 75% de los menores que atendemos son del sexo femenino con dos picos de edad: niñas de 9 y 10 años y de entre 14 y 16.

P.: En cuanto al agresor, ¿siguen todos un mismo patrón?

A. F.: En el 95% de los casos, el agresor es del sexo masculino. Y no nos tenemos que quedar con la idea de que es una agresión puntual de alguien desconocido, de noche, etc. Esto es lo más infrecuente. Lo más frecuente es que el agresor sea alguien del entorno próximo del menor. Esto se da en el 85% de los casos. En un 65% es alguien de la familia de la víctima y en el 20% restante es alguien que conoce: un monitor, un amigo de confianza, etc.

P.: Da la sensación de que los agresores son cada vez más jóvenes. ¿Cuál es vuestra experiencia?

A. F.: Este año, estamos viendo un aumento de agresiones entre iguales. Es un perfil muy reciente. Un chico agrede sexualmente a una chica de su edad o uno o dos años menor. Otro perfil muy preocupante es el adolescente que reproduce lo que ve en un vídeo porno a un niña más pequeña. Analizando los casos que tratamos el año pasado, vemos que el 56% de los agresores tenía entre 11 y 20 años.

Credibilidad, acompañamiento y protección

P.: ¿Qué nos puede hacer sospechar que nuestro hijo es víctima de una agresión sexual?

A. F.: Niños y adolescentes tienen grandes cambios de actitud, un brusco descenso en su nivel académico, tristeza, autolesiones, ansiedad, etc. En esos casos, conviene buscar que no haya una situación de abuso detrás. A veces los síntomas son más difusos, como dolores de barriga o de cabeza que nadie sabe de dónde vienen.

P.: ¿Cómo deberíamos actuar los padres si el niño se atreve a contarnos lo que pasa?

A. F.: Esta situación provoca un choque emocional para los padres. Es difícil mantener la calma y saber qué decir. Si el niño o niña, al final, coge toda la valentía para explicarlo, hay que basar nuestra respuesta en torno a tres pilares: credibilidad, acompañamiento y protección. En el momento de la revelación, no vamos a dudar de lo que nos está diciendo. Hacer preguntas tipo "¿estás segura de lo que dices?" o "¿por qué no me lo has dicho antes?" hace dudar al niño y le hace pensar que no le están creyendo. La protección es otro pilar. Tenemos que intentar que esto no vuelva a pasar. Es muy grave y debemos ponerlo en conocimiento de las autoridades. Después viene el acompañamiento a la víctima. Lo ideal es que el niño, niña o adolescente sepa que sus padres y los profesionales –psicólogos, pediatras, trabajadores sociales, etc.– están ahí.

Vencer la culpa y la vergüenza es el gran obstáculo

P.: ¿Por qué tardan tanto en explicarlo?

A. F.: Estos niños se sienten muy coaccionados: sufren amenazas, chantajes, etc. Esto hace que no lo cuenten hasta que han pasado muchos años. La mayoría de menores que atendemos han sufrido esos abusos o agresiones sexuales en más de una ocasión. Sienten, además, una gran sensación de culpa y vergüenza. Un perfil típico es la nueva pareja de la madre. El agresor manipula a través de su situación de poder: "No os pagaré el alquiler", "tu madre no te creerá", etc.

P.: ¿Y mienten los niños sobre este tema?

A. F.: No mienten. A los padres hay que decirles que ése no debe ser el primer pensamiento, sino el último. Mienten en un muy bajo porcentaje de casos –entre el 2 y 5%– y, cuando esto pasa, también tenemos que ayudar a ese niño porque algo hay si miente en un tema así. Llevamos tantos años de sociedad tapando este tema, no queriendo saber que esto pasa, que nos cuesta creerlo. Pero pasa. Por desgracia es así.

P.: ¿Suelen los padres requerir también de vuestra ayuda?

A. F.: Acompañar a la familia es parte de la terapia que ofrecemos. Si ellos no están bien, no pueden ayudar a sus hijos. La agresión viene de la persona que menos te lo esperas y muchas madres y padres sienten culpa. "¡Cómo es que no me he enterado!", piensan.

P.: ¿Qué es lo que más cuesta reparar a las víctimas?

A. F.: Influye mucho quién ha sido el agresor, los años de duración... Y, aunque haya sido menos grave, a veces, también pueden quedar muchas secuelas. Lo que sí sabemos es que la salud de los niños a medio y largo plazo se ve afectada. Por eso trabajamos para ayudarles a que tengan el mínimo de secuelas posible. Lo que más se ve afectado es su salud mental, en forma de trastorno de estrés postraumático, ansiedad y depresión.

Cultivar relaciones basadas en igualdad, afecto y respeto

P.: Lo que significa que hay que actuar y cuanto antes.

A. F.: Si no se trata bien con terapia, estas personas pueden, por desgracia, coger ese perfil de víctimas a lo largo de toda su historia de vida. Tienen, por tanto, mayor riesgo de sufrir violencia de género, maltrato emocional, relaciones sexuales de riesgo, uso de sustancias tóxicas, etc.

P.: En vuestra guía, ¿qué tipo de consejos de carácter preventivo dais a los padres?

A. F.: La educación afectivo sexual se ha de hacer cuanto antes. Un punto básico es que conozcan cuáles son sus partes íntimas y nombrarlas por su nombre –tetas, vulva, pene, etc.– para que sepan que pueden hablar de ellas, igual que hablan de la nariz o la oreja. Hay que concienciar a los niños de que nadie puede tocar sus partes íntimas y que ellos tampoco pueden tocar las de los otros. En la familia, tampoco debe haber secretos. Una cosa es una sorpresa y otra muy distinta un secreto. Los niños y las niñas, a veces, no saben expresarse bien, pero saben perfectamente lo que no les gusta y no les hace sentir bien y eso es lo que tienen que explicar a mami, papi, a la abuela o a la profesora. Hay situaciones de riesgo que se pueden evitar. Mi consejo es que vayas tú al baño con tu hijo, que estés al tanto si se queda a dormir en casa de alguien, etc.

P.: ¿Y en los adolescentes?

A. F.: Seguir hablando de estos temas y explicarles, además, qué es el consentimiento, que en un encuentro íntimo se tiene que respetar un "no" después de un "sí" y que hay que cultivar relaciones basadas en la igualdad, el afecto y el respeto. Hay que controlar esas masculinidades mal entendidas.

Los adolescentes están cogiendo modelos que no son los correctos debido a la falta de formación y educación. En el colegio, se empieza a hablar de estos temas tarde, en sexto de primaria, cuando muchos niños a los 8 años ya han consumido pornografía.

La primera reacción es clave

Cuando un niño o una niña revela por primera vez una situación de violencia sexual, es importante que, una vez superado el estado de shock inicial, le escuchemos atentamente e intentemos conectar con sus sentimientos.

Lo que hay que hacer

Agradecerle la confianza y la valentía que ha mostrado al contar los hechos y validar sus emociones.

Para acompañarlo, conviene hacer preguntas abiertas que le permitan expresarse con comodidad y explicar cómo se siente. Por ejemplo: "¿Hay algo más que quieras contarme?" o "¿cómo te sientes ahora?".

Hacerle entender que la culpa es únicamente de la persona adulta o del niño o adolescente que tenía más edad, más fuerza, etc. y sabía que lo que hacía estaba mal.

Es fundamental, intentar interrumpir cualquier contacto con el presunto agresor acudiendo a servicios especializados en el ámbito sanitario, social, de interior o de justicia.

Lo que nunca hay que hacer

Emitir mensajes que puedan mostrar duda o desconfianza y/o hacerle sentir culpable de la situación.

Pedir detalles sobre lo ocurrido o hacerle preguntas muy concretas, dirigidas o cerradas que puedan confundirle, determinar su respuesta o hacerle sentir presionado.

¿Quieres consultar la guía completa "Estamos a tu lado"? Haz clic aquí y te la podrás descargar

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