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Jaime Peñafiel: Lady Di, Masako y otros “royals” con problemas de salud mental

El colaborador de tu Revista Pronto repasa los miembros de la realeza que han confesado sufrir alguna enfermedad mental

Diana fue la primera en reconocer sus problemas psicológicos. A la derecha, la emperatriz nipona, que sufre depresión.

Jaime Peñafiel

He de reconocer que el tema de la salud mental, de la que tanto se habla ahora, siempre me ha interesado. En parte, he de decirlo, por culpa de un cuadro que vi siendo niño, del pintor español Francisco Pradilla, sobre Juana I de Castilla, hija de los reyes Católicos, que fue apodada "la Loca" por una enfermedad mental que, probablemente, se desencadenó a causa de los celos por las infidelidades de su esposo, Felipe el Hermoso.

Por ello, su muerte repentina, en septiembre de 1506, supuso un tremendo golpe emocional para ella, que acompañó el féretro de su esposo desde Burgos hasta Granada, abriéndolo de vez en cuando para contemplar el cuerpo sin vida de su amado. Después, fue confinada en el castillo de Tordesillas hasta su fallecimiento, en abril de 1555, a los 76 años. Sus restos mortales junto con los de su esposo reposan en la Capilla Real de la catedral de Granada, que yo visito con frecuencia.

Los casos de Máxima, Sonia de Noruega y la reina Letizia

Por eso, hace poco, me llamó la atención ver una noticia sobre la reina de Holanda, que se sumaba a la lucha contra el estigma de esta clase de problemas presidiendo la inauguración de la fundación Mind Us, de la que es presidenta, que ayuda a los jóvenes a mejorar su salud emocional.

Allí habló de sus hijas Amalia y Alexia, reconociendo que han recurrido a terapeutas para lidiar con situaciones de estrés, miedos y tensión en sus vidas. Ella misma lo hizo cuando, en junio del 2018, su hermana Inés Zorreguieta, enferma de depresión, puso fin a su vida suicidándose. "Todos tenemos momentos en los que necesitamos buscar ayuda", dijo, recordando la impotencia que sintió tras aquella pérdida.

Si Máxima tuvo que superar el suicidio de su hermana Inés, también han pasado por esta situación otras dos reinas. Sonia de Noruega perdió de esta trágica manera a su hermana mayor, Gry Haraldsen, que se quitó la vida cuando tenía 46 años, en 1971, provocándole una herida que nunca ha sanado del todo y que le causó la pérdida del hijo que entonces esperaba.

También pasó por este trance la reina Letizia, que, el 7 de febrero del 2007, sentía sacudida su vida al ser informada de que Érika, su hermana menor, que arrastraba un historial de ansiedad y depresión, fue hallada muerta en su piso de Vicálvaro, que compartía con su hija, Carla Vigo. La presencia de unas cartas, dirigidas a sus seres queridos, apuntaba a que había sido un suicidio.

Máxima ha reconocido que ella y sus hijas han recurrido a terapeutas.

Diana de Gales llegó a autolesionarse en varias ocasiones

Todos sabemos que los trastornos han afectado a miembros de numerosas Casas Reales. Ahí está el caso de Diana de Gales, la primera en revelar públicamente sus problemas emocionales, que la llevaron a tirarse por las escaleras estando embarazada, lanzarse del Rolls-Royce en marcha en el que iba con su marido discutiendo y autolesionarse en varias ocasiones.

Como cuenta Andrew Morton en "Diana, su verdadera historia", la princesa no podía evitar romper a llorar en público, exteriorizando su desgraciada vida sentimental con el hombre del que, como Juana, estaba locamente enamorada. Quería lanzar gritos pidiendo ayuda, "pero ese grito cayó en el vacío de la insensibilidad de los Windsor", escribe Morton.

 

Sin alejarnos de Buckingham, recuerdo que la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel, también necesitó la ayuda de un psiquiatra, Marc Collins, para superar una de sus crisis nerviosas en el año 1974.

La terrible historia de las primas de Isabel II

En 1987, el diario "The Sun" publicó que dos primas de la monarca británica, Katherine y Nerissa Bowes-Lyon, llevaban internas en el hospital mental Royal Earlswood de Londres, desde el año 1941.

Además, jamás recibieron la visita de ningún miembro de la familia, que optó por repudiarlas y enterrarlas en el olvido, a pesar de que su tía, la reina madre, era la patrona de Mencap, una organización para personas con discapacidad intelectual. Una vergüenza para la Familia Real.

Más al norte, en Suecia, viví, en 1983, una experiencia muy extraña, durante una entrevista que le hice al rey Carlos Gustavo, por culpa de sus problemas de dislexia, que le han convertido en un hombre muy tímido, incapaz de expresarse con fluidez y que obliga a la reina Silvia a actuar como una madre protectora con él.

Recuerdo que en el transcurso de aquella entrevista, el rey fue incapaz de responder ni a una sola de mis preguntas. Quien sí lo hacía en su lugar era ella, la reina.

Por cierto, que su hija Victoria, la heredera, ha sufrido anorexia y bulimia y, en su día, la Casa Real emitió un comunicado informando de la marcha de la princesa a Estados Unidos para ser tratada por especialistas.

Carlos Gustavo de Suecia, que sufre dislexia y una timidez patológica, con su esposa, la reina Silvia.

No podemos olvidar a Masako, la emperatriz de Japón, conocida como la princesa triste, a quien, en el 2002 se le diagnosticó una depresión, causada, probablemente, por la rigidez de la corte imperial y por la presión de no haber podido tener un hijo varón.

En el 2020, declaró que llevaba años tratando de superarlo. "Quisiera recuperarme para apoyar al emperador y poder cumplir con mi papel como emperatriz", dijo.

Y para qué hablar de Mónaco y su princesa Charlene, cuyas depresiones le persiguen desde el día de su boda, habiendo pasado por clínicas en Sudáfrica y Suiza.