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Suicidio en niños y adolescentes: "En el 90% de los casos, hay una depresión detrás"

Hablamos con la Dra. Pàmias, psiquiatra, para conocer las causas del preocupante aumento de intentos de suicidio en nuestro país, saber cómo podemos detectarlos y actuar a tiempo

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Redacción
Entrevista a Montserrat Pàmias, directora del Servicio de Psiquiatría Infantil del Complejo Hospitalario Parc Taulí de Sabadell (Barcelona)

Entrevista a Montserrat Pàmias, directora del Servicio de Psiquiatría Infantil del Complejo Hospitalario Parc Taulí de Sabadell (Barcelona).

En la última década, las tentativas de suicidio se han multiplicado por 25 y las ideas suicidas por 23, según datos del "Estudio sobre la Conducta Suicida y Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia", elaborado por la Fundación ANAR. La violencia (maltrato, acoso, agresión sexual y violencia de género) y los trastornos de salud mental son algunos de los problemas asociados a esta trágica estadística.

PRONTO: ¿Cuál es la principal causa del suicidio entre niños y adolescentes?

MONTSERRAT PÀMIAS: La principal causa de la muerte por suicidio es igual en un niño/a o en un adolescente que en un adulto. En más del 90% de los casos, hay una depresión detrás. Otro tema son los intentos de suicidio: tomarse pastillas, hacerse una autolesión, etc. Ahí sí que los motivos en menores y en adultos son distintos. En los jóvenes, se dan sobre todo por problemas en el entorno familiar o en el entorno entre iguales: acoso escolar, primeras parejas, dificultades académicas, etc.

Tristeza: cuándo deja de ser normal

P.: Cuando existe una depresión u otro trastorno de salud mental, ¿cómo podemos detectarlo?

M. P.: En Cataluña, dos terceras partes de las víctimas por suicidio no tuvieron contacto con la red de salud mental. Esto sucede porque la adolescencia es tan variable y fluctúa tanto el ánimo en los adolescentes, un día están contentos y otro tristes, que hay una cierta tendencia a pensar que ese ánimo bajo es cosa de esta etapa y que ya pasará. Las fluctuaciones del ánimo son normales, pero no son cosas de la adolescencia tener un ánimo bajo durante una semana, sufrir alteraciones del sueño y del apetito o que baje su rendimiento académico. En general, para detectar un trastorno de salud mental, tenemos que fijarnos en la conducta y en los aprendizajes. Hay que estar atentos a conductas extremas, que nos llamen la atención, ya sea por aislamiento, por poca facilidad para relacionarse con los demás o, al revés, conductas muy impulsivas, desafiantes o de querer llamar la atención. Otro signo de alarma que debería ser motivo de consulta es que un niño cambie de comportamiento de forma repentina o que no siga el progreso medio de la clase.

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P.: En los casos en los que no hay un trastorno mental de base, ¿qué les hace pensar en la muerte como única salida?

M. P.: Esos casos son fruto de una mala gestión de una frustración: me ha dejado el novio/a, me tomo 15 pastillas y acabo en urgencias. Por eso son tan importantes los programas de seguimiento de cada paciente. Así se puede tratar la enfermedad mental si la hay y, si sólo hay una falta en la regulación de esa frustración, darle unas estrategias psicológicas que le ayuden a no repetir ese patrón.

P.: Desde la pandemia, el término "salud mental" está en boca de todos. ¿Por qué los menores han sido un colectivo tan vulnerable?

M. P.: El niño/a y el adolescente atraviesan un momento vital en el que su cerebro está desarrollándose. Cualquier efecto del estrés en ese cerebro en construcción tiene un impacto más importante que en un cerebro que ya está estable y plenamente desarrollado. Por otro lado, el cerebro del niño y del adolescente es más sensible a las cuestiones del entorno familiar o del entorno social que una persona adulta. En este sentido, la pandemia provocó una situación de gran estrés. En Cataluña, por ejemplo, los intentos de suicidio después de la pandemia en chicas adolescentes se incrementaron en un 195% respecto al anterior año y, en chicos, un 10%.

Las chicas, más vulnerables

P.: ¿Por qué esa gran diferencia entre sexos?

M. P.: Las chicas, las mujeres en general, en situaciones de estrés responden más con ansiedad y bajo estado de ánimo, y los hombres con alteraciones de conducta o adicciones.

P.: Las autolesiones, especialmente en chicas, también han aumentado de forma exponencial desde entonces.

M. P.: En este tema hay que diferenciar bien las autolesiones suicidas y las autolesiones no suicidas. Las que han aumentado tanto en estos últimos años, sobre todo en niñas, son las no suicidas. Y las tratamos como una alteración de la conducta: esa menor tiene un malestar o una sensación de vacío que no sabe cómo controlar y se causa ese daño, es decir, intenta controlar sus emociones con el daño físico. En estos casos, los psicólogos no tratan la autolesión en sí, sino que les ayudan a buscar otras estrategias diferentes al daño físico para gestionar sus emociones. Este tipo de tratamiento, que no pasa por el psiquiatra, es muy distinto al que se inicia cuando detrás de un corte hay una tentativa de suicidio.

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La seguridad en el seno familiar, un factor de protección

P.: Debe de ser extremadamente duro para unos padres saber que su hijo/a no encuentra motivos para vivir... ¿Como psiquiatra, qué les recomienda?

M. P.: Primero que confíen en el equipo sanitario que lleve a su hijo y, después, recordarles que el cerebro del adolescente está cambiando y evolucionando y que no tiene por qué ser una situación crónica. Siempre les digo que asusta tener una depresión en la infancia o en la adolescencia, pero, en realidad, en esos casos hay muchas más posibilidades de que todo eso quede en un episodio que si fuese en la edad adulta. Los padres se sienten, además, culpables y se preguntan qué han hecho mal. Si se detecta la depresión y se trata adecuadamente, farmacológicamente en los casos en los que sea necesario, psicológicamente y controlando el entorno que lo ha desencadenado, en más del 50% no se repiten las depresiones.

P.: ¿Cómo podemos, desde bien pequeños, inculcarles el valor de la vida?

M. P.: La seguridad en el ámbito familiar es clave. Sea cual sea el núcleo familiar, que el niño/a lo sienta seguro. Luego entran en juego la elección del colegio, el entorno que tiene y las actividades que hace. Ayudarles a identificar las emociones, tanto las buenas como las malas, también es esencial. No les podemos educar pensando que el malestar no existe. Estar triste existe, estar enfadado existe y les tenemos que enseñar a tolerarlo, ya que forma parte de la vida. También les tenemos que hablar de la muerte, no podemos vivir al margen de ella. Y, por último, no hay que estigmatizar la salud mental, si hay que pedir ayuda, se pide. Los psiquiatras somos médicos y estamos ahí para ayudar.

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Conoce los factores que aumentan el riesgo

Estos son algunos de los problemas asociados al riesgo de suicidio y los colectivos más vulnerables, según la Dra. Pàmias.

Acoso escolar: El acoso escolar es un factor de riesgo en la conducta suicida. El "bullying" ha existido siempre, lo que sucede ahora es que cualquier acción que se realiza es más rápida, llega a más gente debido a las nuevas tecnologías y es más difícil de frenar.

Situaciones de violencia: Todas las situaciones de maltrato y abuso durante la infancia están asociadas a muchos trastornos mentales y están relacionadas con un incremento de suicidios porque ésa es una etapa en la que el cerebro es muy inmaduro. La afectación que sufre ese cerebro tiene un gran impacto en el desarrollo global de la personalidad y de la conducta.

Trastornos de conducta alimentaria: La anorexia de tipo grave también tiene riesgo de suicidio. Entre estos pacientes, de hecho, es más fácil la muerte por suicidio que la muerte por inanición. En el resto de casos, la anorexia en niños/a y adolescentes tiene menos riesgo de suicidio que la depresión, una enfermedad que, por cierto, no entiende de clases sociales.

Aislamiento provocado por la adicción a las nuevas tecnologías: Las nuevas tecnologías hacen cambiar a nuestros hijos la forma de percibir la realidad y de relacionarse. Lo que es importante es poner un límite que a ellos les permita usar esas tecnologías, pero no de forma exclusiva.

Los menores con mayor riesgo de adicción son, por un lado, los niños/as con dificultades en la comunicación social. Para ellos, es difícil contactar a nivel social y personal y las nuevas tecnologías les permiten moverse en un entorno seguro y tranquilizador, donde no se tienen que exponer. Y luego están los niños/as y adolescentes más impulsivos, con mayores dificultades para organizarse y planificar. Entran en un juego "online" y no salen.

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Otras variables a tener en cuenta: Formar parte de una minoría es otro factor de riesgo porque lo que evolutivamente quiere un adolescente es separarse de sus padres y formar parte del “grupo de”. La vulnerabilidad biológica y la forma como nuestro cerebro responde ante la tristeza o la frustración son otras variables a considerar.

Cómo actuar ante un aviso

La Dra. Pàmias ha coordinado una guía de prevención del suicidio orientada a las escuelas catalanas. Y, según nos explica, la forma de responder de un profesor es similar a la que debería tener cualquier persona que se enfrente a una confesión de este tipo.

Escuchar sin juzgar. "Lo primero que hay que hacer –aconseja– es escuchar sin juzgar. No tenemos que tener una actitud extrema, como llamar a urgencias o, todo lo contrario, pensar que es una llamada de atención y que ya se le pasará. Debemos mantener una actitud de escucha neutra y empática, informar a los padres (si es que no lo saben) y buscar ayuda profesional".

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