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Desde que se publicasen las imágenes de su marido con otra mujer, la infanta Cristina ha evitado pronunciarse. 

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Un paseo por la playa lo descubrió todo. Ni Iñaki Urdangarín ni su nueva amiga, Ainhoa Armentia, imaginaban que la calma de aquel mar en los alrededores del pueblo francés de Bidart iba a transformarse en un tsunami, no marino, no, sino emocional y mediático para ellos y para la infanta Cristina.

Cómo deben de echar de menos esos momentos de intimidad y silencio, esa pausa y esa tranquilidad antes de la tempestad. Y en cuanto a la hermana del Rey, qué humillación, qué golpe tan terrible tenerse que enfrentar una vez más a la cruda realidad de que su marido no es quien ella pensaba que era.

¿Sintió desaparecer el suelo bajo sus pies al descubrir a la otra, cogida de la mano de su marido, cerca de la misma playa en la que ella y sus hijos pasaron tantos veranos felices con él?

Ainhoa Armentia, compañera de trabajo de Iñaki

El nombre de esta otra mujer es Ainhoa Armentia, compañera de trabajo de Iñaki en el bufete de abogados de Vitoria Imaz & Asociados, en el que el ex-Duque de Palma está contratado como consultor desde que le concedieron el régimen de semilibertad, tras haber sido condenado a 5 años y 10 meses de prisión por el caso Nóos, y se trasladó a la capital alavesa para vivir con su madre.

Arriba, Iñaki y Ainhoa acudiendo a su trabajo tras el revuelo de las fotos. El todavía esposo de Cristina declaró que él y su familia lo llevan "con mucha tranquilidad y vamos a gestionarlo de la mejor manera".

Un amor gestado en la oficina

Fuentes cercanas han explicado que la relación entre Iñaki y Ainhoa empezó porque los dos salían a comer juntos en el trabajo. Sin embargo, hace unos meses algo cambió y la pareja sintió que su amistad daba un paso más y comenzaba a bordear las fronteras del amor.

Y así han estado hasta que el 11 de enero, cuatro días antes de que Urdangarin cumpliera 54 años, fueron pillados, en actitud cómplice y cariñosa en la playa del País Vasco francés.

El día en el que se publicaron las fotografías, el exjugador de balonmano no acudió a la oficina debido al revuelo mediático que se montó. Sí lo hizo a la mañana siguiente, llegando a las 7.30 en bicicleta, como si tal cosa.

Preguntado por la situación, Iñaki dio sus primeras declaraciones acerca de este nuevo episodio en su vida y en su matrimonio con la infanta Cristina: "Estas cosas pasan, lo llevamos con mucha tranquilidad y vamos a gestionarlo de la mejor manera".

Diferente fue la reacción de Ainhoa al enfrentarse a las cámaras y los "flashes" que aguardaban su llegada, como si fuera una estrella a punto de ingresar en el Paseo de la Fama. Ella guardó silencio, tal vez aturdida al ser consciente por primera vez de las consecuencias de un amor que hasta ahora ha podido vivir en secreto.

Cristina lo sabía desde hace meses

Las reacciones no tardaron en llegar. Desde el entorno de la hermana del Rey, que vive y trabaja en Ginebra desde el 2013, han revelado que Cristina "ya lo sabía". Es más, el diario "El Español" se hace eco de las declaraciones de una amiga de la Infanta que asegura que conoce "desde después del verano" la situación.

"Se lo contó su propio marido, a ella y a sus hijos; no se ha enterado ahora ni mucho menos", añade la fuente.

Cristina estaría asimilando aún este descalabro sentimental, del que ya habría informado a sus padres, al rey Juan Carlos, en noviembre en un viaje a Abu Dabi que hizo con su hermana, Elena, y a su madre, doña Sofía, utilizando a esta última de mensajera.

Cristina e Iñaki, muy pendientes de sus hijos

En cuanto al rey Felipe, un día antes se le comunicó que iban a publicarse las fotografías de Iñaki y su nuevo amor. "Cristina está bien. Ha sido un golpe, puede que el peor de su vida, pero se está levantando como la mujer fuerte que es. Los chicos están bien, ya son mayores para aceptar lo que está pasando. El que lo lleva peor es el tercero, Miguel. Es el más sensible, pero sus padres, los dos, están muy pendientes de todos", acaba por decir a "El Español" la amiga de la Infanta, que, de momento, continúa con su vida en Ginebra, donde vive con su hija, Irene, y trabaja para la Fundación Aga Khan.

Sus tres hijos mayores tienen sus vidas organizadas en diferentes ciudades, Juan, el mayor, está en Madrid; Miguel, en Londres, donde estudia Ciencias del Mar, y Pablo, en Barcelona, donde es jugador del equipo de balonmano del F.C. Barcelona, como lo fue su padre.

De todos ellos, el que ha hablado del delicado momento familiar que están viviendo, con una templanza y una educación sorprendentes para sus 21 años, ha sido Pablo. "Todos estamos tranquilos y nos vamos a querer igual. Son cosas que pasan y lo hablaremos entre nosotros", dijo tras ser abordado por varios periodistas en las calles de la Ciudad Condal. Preguntado acerca de si su madre ya lo sabía, se limitó a decir: "No estoy seguro de que lo supiera. Ya lo averiguaremos poco a poco".

Sin declaraciones por parte de la Casa Real

Por otro lado, desde la Casa Real, se limitaron a puntualizar que no se iban a pronunciar sobre el asunto, ya que ni Cristina ni Iñaki son ya miembros de la Familia Real. Sin embargo, la periodista Pilar Eyre asegura que "hay muchos movimientos en la Zarzuela para resolver el problema".

Cristina, con la mirada enamorada, e Iñaki se casaron el 4 de octubre de 1997. Con sus hijos, formaron una familia aparentemente perfecta.

El fin de un matrimonio que estaba condenado

La publicación de las fotos de ese atardecer invernal, protagonizado por unos cómplices Iñaki y Ainhoa, ha revelado lo que para muchos era un secreto a voces, que el matrimonio de la hermana del Rey estaba acabado.

Hace dos años ya surgieron rumores que apuntaban a que Cristina había consultado a un abogado experto en divorcios porque se planteaba seriamente su separación del hombre del que se enamoró ciegamente.

Y es que, ya lo dice el refrán, el amor es ciego y esa ceguera convierte las emociones en dueñas de nuestra vida. Y ni la razón ni la realidad son capaces de derribar la imagen idealizada que acabamos por tener del ser amado.

Eso es exactamente lo que le ha pasado a la infanta Cristina que, hoy, debe de estar destrozada, aunque ya lleve meses llorando, porque estas fotos, imborrables y eternas, son la prueba y el recordatorio más cruel para una mujer enamorada de que, esta vez, él no va a volver.

Cuando Iñaki y Cristina comenzaron a salir, él estaba con otra mujer

Lejos queda el día en que se conocieron, en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, donde surgió el flechazo. Cristina, deslumbrada, se enamoró perdida y obstinadamente de aquel deportista de élite, que nunca le contó que, en esa época, tenía el corazón ocupado por otra mujer, Carmen Camí, su novia, con la que siguió viéndose mientras salía con la Infanta.

De hecho, no fue hasta poco antes de la boda con la hija del rey Juan Carlos, el 4 de octubre de 1997, que Iñaki puso el punto final a aquella relación que había durado cinco años. Algo que dice mucho de exyerno de doña Sofía, a quien le parecía "encantador".

El enlace, celebrado en la catedral de Barcelona, fue de cuento de hadas y les convirtió en Duques de Palma ante el clamor popular. La pareja se instaló en el barrio de Pedralbes envuelta por un halo de felicidad y perfección casi insoportable.

Una relación que parecía perfecta

Ella tenía su trabajo en La Caixa y él, a quien se le abrieron las puertas del mundo de los negocios porque no quería ser un marido florero, estaba completando sus estudios de Administración de Empresas en Esade; los dos eran la imagen más moderna de la monarquía, que se revalorizó con el nacimiento de sus cuatro hijos, rubios y guapos, Juan, Pablo, Miguel e Irene, para redondear una vida aparentemente maravillosa.

Y si entonces tenían alguna que otra pelea, siempre acababan reconciliándose y mandándose mensajes de amor en los que, según cuenta Vanitatis, se llamaban "kid" (niña o niño) el uno al otro.

Los líos de Iñaki y el palacete de Pedralbes

Sin embargo, llegaron otros tiempos que, sutilmente, empezaron a rasgar aquel manto de felicidad. Iñaki decidió ser empresario y empezaron a entrar grandes sumas de dinero en su hogar, que Cristina, confiando en su marido, jamás cuestionó. Tal era su fe en su éxito –seguramente pensaba que se lo merecía– que firmaba sin preguntar lo que éste le ponía delante.

Hasta que empezaron a salir, primero en cuentagotas y después en cascada, informaciones acerca de sus líos financieros, sobre todo a raíz de la compra del palacete de Pedralbes, que le costó al matrimonio casi 10 millones de euros.

Pero, ante cada nuevo rumor, la Infanta hacía oídos sordos y defendía a capa y espada a su marido. Ella permaneció al lado de su hombre todo el tiempo y, como dice el bolero, por él lo dejó todo.

Cristina siempre ha defendido a su marido

Aceptó mudarse a Washington en el 2009 para poner tierra de por medio y esperar a que bajase el suflé de noticias sobre el Instituto Nóos, que dirigía Iñaki y que estaba siendo investigado por desviar fondos, y cuando en el 2011, estalló el escándalo y su marido fue imputado, ella seguía convencida de que era inocente. Le creía con una fe tan ciega como su amor.

Ni siquiera hizo caso a su familia. Cuando el rey Juan Carlos le aconsejó que se divorciara y su hermano, Felipe, le sugirió una separación, ella estalló defendiendo, una vez más, no al verdadero Iñaki Urdangarin, el imputado, sino la imagen que ella tenía de él, la de marido y padre perfecto, que estaba siendo castigado injustamente.

La relación de los ex-Duques con Felipe y Letizia  se rompió a raíz del caso Nóos.

Cristina, ante el juez, en el 2016.

El terrible castigo del ostracismo familiar

Y asumió, con terrible tristeza, las consecuencias de no seguir las recomendaciones de su familia: perdió el título del ducado de Palma en el 2015 y fue excluida de la vida oficial y, más doloroso todavía, de la familiar.

La relación con su hermano y Letizia, que siempre fue especialmente estrecha (ella e Iñaki fueron sus confidentes durante su noviazgo secreto), se resintió de tal manera que dejaron de hablarse.

Por amor se sentó en el banquillo por primera vez el 11 de enero del 2016, imputada por fraude fiscal en un juicio por corrupción protagonizado por su marido; aguantó otra infidelidad, con una exnovia que estaba casada con un amigo común, y se preparó para superar con su esposo la sentencia de culpabilidad que condenó a Iñaki en el 2018, creyendo todavía en su inocencia. ¿Es o no es ciego el amor?

En definitiva, haciendo gala de un amor inmutable y sólido como una roca, ella lo ha soportado todo y en este tiempo –en octubre haría 25 años de su boda– no ha soltado la flecha que Cupido le envió.

Ha sido necesario un amor secreto de su todavía marido y la humillación de que se haya hecho público para que a Cristina se le caiga, al fin, la venda de los ojos